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Fábula: Vida de quimera

¡Y hoy vuelvo para reinterpretar otro género clásico injustamente perdido y olvidado!: la fábula.

Indudablemente este género tiene su origen más famoso en la antigua Grecia con el célebre Esopo; pero se desarrolla tremendamente, con múltiples y prestigiosos autores, siglos más tarde, uno de los más populares, el francés La Fontaine… por eso resulta tan asombroso que se haya perdido de esta manera, y no será por falta de gran tradición propia española, la cual ha calado profundamente en la cultura popular, aún hoy se conocen y mencionan las fábulas tanto de Iriarte como de Samaniego (de hecho, ser consciente de esto, me ha llevado a reflexionar sobre hasta que punto dominar un idioma no es conocer una cultura e integrarse en ella, ya que, por mucho tiempo que se pase en otro país, siempre se es un extranjero, puesto que hay cosas que van inevitablemente con el vivir, crecer y educarse toda una vida en un sitio determinado… así, cualquier español conoce la fábula de «La lechera», y fácilmente podría mencionarla, elaborar una paráfrasis, una expresión o frase hecha, e incluso una metáfora con ella que todos entenderían… menos los extranjeros -porque la escribió el hispánico Iriarte-).

Quizás, el motivo de la extinción de la fábula tenga que ver con que, llegó un momento en que la intención moralizante se excedió tanto que lo transformó en un género literario cursi y desfasado… aunque lo cierto es que, como ya digo, la fábula es un tipo de narración con mucha historia y muchos cambios: así, en la época de Esopo eran más bien chistes, historias divertidas (es sólo más tarde cuando a sus narraciones se les añaden las coletillas aleccionadoras, a veces bastante forzadas), y como tal, así se citan incluso en obras teatrales de la época. Ya en el siglo de las luces, aunque a veces con un toque más moralista, también tenían bastante de picante para satisfacer a unos cortesanos aristócratas ansiosos de gracia e ingenio; y no será hasta el siglo XIX cuando realmente se instaure la versión más cercana al estereotipo que hoy tenemos: el del género burgués, mojigato, rígido, remilgado e instructivo.

Tantos cambios y variaciones históricas, me han permitido, tener más facilidad para rescatar a este género perdido en el pasado, y, al igual que he hecho con los cuentos de hadas, traerlo al hoy día y darle mi toque personal; es decir, como hago siempre: respetando la esencia del género pero sin perder de vista mi propia originalidad.

En este caso, en lo que más me he extralimitado en lo que respecta a las características habituales del género, es en la falta de brevedad (las fábulas, muy a menudo suelen ser relatos cortísimos, lo que hoy llamaríamos un microrrelato, a veces de pocas líneas), pero ello también hace que la narración gane en profundidad y que las moralejas que se puedan sacar sean varias y no sólo una, aumentando el campo de visión de la ficción y dándole una complejidad mayor que previa e historicamente no por necesidad tenía. He mantenido, y mantendré (o lo haré casi siempre), que la principalidad en los personajes la ostenten seres no humanos (aunque es un tópico el que todas las fábulas sean protagonizadas por animales). También he conservado el concepto de la necesidad de una moraleja, pero como me desagradaba profundamente la idea de un relato moralizador y de adoctrinamiento, he preferido que hubiera más de una, y que estas aparecieran de una manera no demasiado obvia, para que, de algún modo, debieran ser extraídas, indagadas, deducidas por el lector a su gusto, y no le fueran impuestas (de hecho, me encantaría que cada persona sacase más de una cosa diferente). Respecto a la forma lingüística, dado que a lo largo de la historia se han escrito fábulas tanto en prosa como en verso, y aunque yo me siento más cómodo con lo primero, las escritas del segundo modo suelen ser las más famosas, por lo que he decido usar ambos medios; así, habitualmente, la narración como tal estará redactada en prosa, pero la moraleja (dejada, como es costumbre, a modo de aclaración final) irá en verso.

Por lo demás, la fábula que he escrito está plagada de homenajes a sus precedentes, con múltiples citas o referencias que podéis entreteneros en hallar (¡quién crea detectarlas, que lo escriba en un comentario!).

Asimismo, como casi todas mis creaciones, esta narración puede ser interpretada de múltiples maneras, y ser vista como metáfora de muchas cuestiones diversas; siempre quiero que sea así (buscando incluso la ambigüedad), pues considero que de ese modo puede llegar y tocar a más gente.

La Ciénaga Grande: ¿por qué la laguna costera más grande de Colombia está  en peligro?

VIDA DE QUIMERA

Una vez, hubo un hombre tan bueno y tan moral, que fue incapaz de seguir viviendo con el resto de los de su especie (so pena de perjudicarse a sí mismo o a ellos debido a su incólume rectitud); así que, para evitar más daño y dolor por ambas partes, decidió alejarse de todos y llevar una vida eremítica.

Después de buscar, y sufrir por ello, durante muchísimos años, por fin encontró el lugar más alejado de todo en el mundo: el más terrible, oculto, pestilente e infecto de los pantanos. Tal ciénaga, como está dicho, era espantosa, incluso inhabitable; pero él se dijo a sí mismo: «la belleza no existe en las cosas de por sí, es el alma bella la que las hace o convierte en hermosas»; así, tranquilizado con este pensamiento, y convencido del hecho de que en ese lugar no podría molestar a nadie, ni ser disturbado a su vez, allí se decidió a establecer su hogar definitivo y permanente.

Tiempo, constancia y costumbre hicieron de su fantasioso empeño una perceptible realidad; y aunque nunca llegó a construir un Versalles como Luis XIV, también es cierto que, al contrario que el Rey Sol, pasó muchos años felices y en paz; hasta que un día, en una especie de patio que había edificado en su casa, una roca, que había sido incapaz de mover o destruir para completar la obra, rindiéndose finalmente, y optando por ver el lado positivo, pensando que «le da un valor estético además de diferente» a la construcción, estando como estaba en el centro de esta, y lo peculiar que era… empezó a resquebrajarse.

«No puede ser: mil veces intenté pulverizarla y nada conseguí, sin duda son impresiones mías, mi imaginación que se aburre y quiere hallar un nuevo pasatiempo» pensó el hombre. Pero no eran figuraciones suyas, pues cada día, la piedra se erosionaba más, cambiando incluso de colores y aspecto, «así es más bonita» pensó el varón «y además entretenida». Finalmente, un día se quebró del todo.

¿Desde cuando las rocas se rompen espontáneamente? preguntaréis con inteligencia, y ciertamente no sucede, porque aquella cosa no era realmente un pedrusco, sino un huevo. Pero eso el hombre no lo supo hasta que se aproximó, y halló, en el interior de la supuesta piedra, una cría apenas nacida.

Era un monstruo, en el sentido literal y figurado de la palabra; bien la describieron Homero en su «Ilíada»: «de linaje divino, no de hombres» o Hesíodo en la «Teogonía»: «Tres eran sus cabezas: una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de violento dragón. León por delante, dragon por detrás y cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego”… en definitiva: era una quimera.

Después de no haber sufrido apenas debates morales en años, al estar alejado de la sociedad, que el propio Platón definió como la auténtica corrompedora del alma buena, en origen, de los hombres; el humano se enfrentó a un terrible dilema ante tal hallazgo: ¿qué hacer con aquel ser?, porque, de dónde venía, cómo había acabado allí, y la teoría de que la original quimera mitológica, que el héroe Belerofontes, a lomos de Pegaso, había matado atravesándola con una lanza de punta de plomo (que se fundió en su garganta al intentar defenderse), bien pudo haberse arrastrado a morir a aquel aislado lugar, donde se hallaban ahora, quizás consciente de que estaba encinta (y tal vez por eso comía por dos, de ahí el terror que había provocado en Asia menor, motivo del ataque del griego) para asegurarse de que su descendencia nacía en un lugar seguro (¿y quién conoce cómo es y cuánto dura el tiempo de gestación de un huevo de quimera? lustros, décadas, siglos, milenios… ¿cómo saberlo?, ¡hasta ahora, que se sepa, sólo había habido una!)… eran dudas que en nada ayudaban a resolver el problema ético que se le planteaba.

Obviamente era un monstruo, un ser maligno y destructor, conocía de sobra el mito… ¿pero entonces, por el bien de la humanidad y de todos los seres del planeta debía matarlo?, y si lo hacía, ¿sería un héroe… o más bien un asesino? y de ser esto último, lo sería de la más vil especie, pues tenía ante sí una indefensa criatura neonata… y esto precisamente, lo enfrentaba con otra parte de su moral: ¿no era malo en sí mismo prejuzgar a nadie sin conocerlo realmente?, ¿cómo podía decidir que aquel ser era malo sin haberle dado siquiera la más mínima oportunidad de demostrar lo contrario?, para colmo, estaba recién nacido, y ello lo encaraba directamente con otra de sus más profundas creencias: la de que la educación y la cultura pueden salvar a cualquiera. Cualquiera. O cómo decía Platón, «la ignorancia conduce a la maldad». Sin embargo, si dejaba crecer a aquella criatura, se transformaba en el monstruo que estaba inevitablemente destinado a ser, y acababa matando a miles de seres, causando sólo destrucción y una auténtica hecatombe… ¿no sería él el primer culpable de todo ello?, ¿cómo podría entonces volver a mirarse a sí mismo, estar a la altura, de su espejo de perfección moral sin tacha?… esas, y no otras, eran las preguntas que se hacía aquel hombre, y creedme cuando os digo que son mucho más difíciles e importantes de resolver que las comentadas en el párrafo anterior. Aunque, tal vez alguno de vosotros quiera tratar de ponerse en el lugar del eremita, e imaginar como habríais resuelto tales cuestiones.

Por suerte o por desgracia, el ermitaño creía en la bondad como valor máximo (olvidando, cruel e irónicamente, que había sido ese mismo sentido de la benignidad lo que le había obligado a autoexiliarse), así que, finalmente, se decidió a acoger y criar a la quimera, dando por terminados sus años de soledad… y al fin y al cabo, en un lugar tan aislado como aquel, por mal que saliera la cosa, ¿qué daño podía hacer?.

Aún sin conocer muy bien lo que tenía entre manos, qué saldría de ello y qué se podía esperar (aunque, ¿cuándo se sabe eso realmente?), la acogió como a una nueva familiar, sin saber, no obstante, en calidad de qué exactamente; pero estaba dispuesto a darle todas las oportunidades y el tratamiento que mejor aceptase. Y fue esa actitud la que le demostró, con el tiempo, que no estaba ante una mascota, un animal irracional que hubiera necesidad de domar para una convivencia básica, sino que era un ser increíblemente dotado e inteligente: en apenas unos pocos meses, hablaba perfectamente, había aprendido las costumbres más civilizadas… en definitiva, se instruía más rápido, mejor que cualquier humano, y con la mitad de edad, ya sabía el doble que cualquier persona de los mismos años (lo cual hizo que su tutor se preguntara, si no sería que la quimera original sólo era, o la consideraban, un ser monstruoso porque nadie se había ocupado de instruirla).

Por supuesto, como era lo más conveniente, el hombre comenzó centrándose en enseñarle moral, ética, a diferenciar entre el mal o el bien, además de a elegir siempre, y en todo caso, este último; mas como la curiosidad de la criatura no tenía límites (alimentada, también, claro está, por su buen profesor) fueron muchísimo más lejos de eso, tanto más… sin embargo, al final, fue inevitable que pasara lo que era de esperar: la alumna igualó al maestro; y entonces, a pesar del cierto toque de relación paternofilial que insoslayablemente mantendrían; iniciarían una relación de igualdad, de compartir conocimientos, inquietudes, aficiones y vida en común (aunque respetando sus espacios)… en definitiva, de la más perfecta amistad: se habían hallado el uno al otro, se encontraban bien, cómodos juntos, y nada podía ser mejor.

Esa situación duró varios gratos años para ambos, pero un día, por sorpresa, todo se derrumbó cuando la quimera anunció que quería marcharse: «quiero ver el mundo real; conocer pueblos y ciudades; realizarme; convivir con los humanos y el resto de seres que habitan sobre la Tierra; soñar, y como ellos, intentar conseguir aquello que he deseado… tanto aprender sobre todo ello, me ha llevado, lógicamente, a querer experimentarlo por mí misma y a que este lugar me parezca pequeño».

Horrorizado, el hombre se opuso radicalmente al deseo del monstruo, y aunque este bien podría haberse marchado sin mayor problema, no quería hacer daño, moralmente, a su benefactor, y el único ser que le había querido y al que había correspondido con el mismo sincero afecto… pero no se rindió, y se dispuso a insistir hasta conseguir la bendición de su protector. Sin embargo, a partir de ahí, la relación, en su doble filo, se envenenó irreversiblemente, y la honestidad que la había presidido hasta el momento, fue sustituida por una permanente doble intención, trampas e hipocresía: así, la quimera fingía haber abandonado su proyecto de partida, pero a la vez insinuaba lo infeliz que era de no conocer más mundo del que veía, además de aprovechar para sucumbir a la melancolía, aburrimiento y frustración a cada oportunidad. Por su parte, el hombre, tratando de poner parches a la delicada situación, e intentando evitar lo inevitable del enfrentamiento, fingía apoyar tal propósito de partida levemente, aunque a la vez ponía todo tipo de inconvenientes, contratiempos, obstáculos, que impendían que, en ese momento concreto, la criatura pudiera marcharse («hay que retechar la casa y difícilmente conseguiré hacerlo solo», «ha habido mala cosecha y tendré problemas para sobrevivir sin tu habilidad para la caza», «cuando te vayas, a duras penas soportaré el no poder hablar con alguien»… aunque la realidad es que ya había hecho todas esas cosas sin mayor problema antes de la llegada de la quimera); así que planteaba todo tipo de aplazamientos, a no muy largo tiempo, pero que siempre eran renovados del modo más creativo.

Por supuesto, tan ridícula situación no podía sostenerse mucho tiempo, y la quimera comenzó a contestar a las objeciones del hombre, recordándole que él no haría nada que no hubiese hecho antes de encontrarla; y además, lo más importante, que no hubiese elegido hacer, si no, era muy libre de acompañarla; pero sola o con él, ella deseaba ir más allá de aquel lugar. Entonces, el hombre cambió su táctica, y esta terminó de ahogar la relación: comenzó a recordarle, sutil, delicada pero cruel e implacablemente, el hecho de sus diferencias con el resto de los seres de la Tierra en todos los aspectos, por su carácter único y diferente (en el mal sentido), y lo difícil, por no decir imposible, de su integración con el resto de las criaturas… todo esto lo hacía a modo de breves comentarios, que dejaba caer de modo aparentemente distraído, pero que se abatían como arpones sobre la quimera, con el claro objetivo de minar definitivamente su voluntad. Pero no era eso lo que estaba socavando, sino la estima de la criatura, que, decepcionada y triste, le parecía comprobar como aquel a quién tanto había querido no confiaba en ella (en ningún aspecto), y por tanto, obviamente, no la correspondía en su afecto.

Un día, finalmente, tuvieron una fuerte discusión, y la quimera anunció que se marchaba inmediatamente. Entonces, el hombre, en un postrer intento (que había reservado como último y desesperado recurso) por detenerla, le dijo: «de acuerdo, si quieres marcharte, hazlo. Pero antes quiero darte mi última enseñanza; después, nada tendré en qué instruirte y serás libre para hacer lo que quieras», la quimera aceptó, y el hombre la condujo al interior de la casa; allí, de un lugar que hasta aquel momento el humano había mantenido oculto, él extrajo un documento y se lo mostró a la criatura: era la historia de Belerofontes.

La quimera se quedó horrorizada al leer tan espantoso relato, era la confirmación de todos sus temores, y le dijo al hombre: «¿o sea que así es como me ves?, mejor dicho, como siempre me has visto: como un monstruo, como un peligro del que tienes que proteger y aislar al planeta. Ahora lo entiendo: para ti nunca seré lo suficientemente buena ni apta para convivir en el mundo real porque jamás verás otra cosa que un engendro destructivo y malvado. No sé si agradecerte o censurarte esta última y despiadada lección: me voy (sí, porque me marcho para siempre, de eso puedes estar seguro), con el corazón destrozado, pero a la vez lleno de esperanza por saber que hay mucho más que esto. Gracias por enseñarme eso también».

La criatura se fue. El humano se quedó solo de nuevo, y, poco a poco, recuperó su vida de antes, dejando sabiamente, que el tiempo curara las heridas de la ausencia y el malestar de aquella amarga resolución.

Pasado un tiempo, la quimera volvió; completamente derrotada, devastada y destrozada; herida mortalmente, no en su físico, pero sí en su alma. El hombre la acogió de nuevo, como si nada hubiese sucedido, como si simplemente hubiese salido a pasear o a nadar hacía un rato, y no llevase una larga temporada fuera; sin decirle ni recriminarle cosa alguna; de hecho, durante días, simplemente no hablaron, ella no decía nada, y él respetó su silencio (o la necesidad de él). Un día, la criatura, al fin, acabó con el mutismo:

-Tenías razón. No podía vivir con el resto del mundo. Soy un ser desalmado que, lógicamente, tratabas de ocultar y apartar del resto. Fui muy inocente creyendo que no era malvada, que tenía algo que aportar, que verían algo bueno en mí. Pero si todos lo dicen, debe ser verdad: soy un monstruo. La gran mayoría me consideró, apenas me vieron, un peligro, de modo que, legítimamente me atacaban, para protegerse a sí mismos y a los suyos; además, apenas se corría la voz sobre mi existencia, debía huir, porque ya todo el mundo me aborrecía por lo que había oído sobre mí…. Los pocos que no me agredieron, me explotaban, seguramente porque no veían nada positivo en mí que les moviera al afecto o a la compasión, en estos casos, al final, a pesar de toda mi buena voluntad y esfuerzo, siempre acababa descubriendo que sólo me utilizaban, y que en realidad despreciaban la aberración repugnante que soy. Estaban en lo cierto. Estabas en lo cierto. Hiciste muy bien protegiéndoles de mí….

Entonces, por primera vez en muchos años (además de las pocas veces en su vida), el hombre perdió la calma, e interrumpió el discurso de la quimera airado:

-¿De verdad crees que intentaba proteger a los demás de ti?, qué me importan ellos, quién les conoce, ¡a quién intentaba proteger era a ti de ellos!. Lo que me cuentas no me sorprende: disparan al oso, y cuando se defiende, gritan que es una amenaza. Tú no eres la culpable de nada. Mi educación ha sido equivocada: en este lugar te enseñé que la bondad era algo positivo y maravilloso, pero no que fuera de aquí podía resultar ridícula y estúpida. Bien me podrías recriminar, y no lo has hecho, que no te he dado las herramientas para triunfar en un mundo malvado, pero es que yo tampoco las tenía, por eso acabé en este lugar. Sin embargo, he fracasado al intentar salvaguardarte, y quizás me equivoqué pensando que podía conseguirlo. En cualquier caso, ahora es demasiado tarde: quería guarecerte en una feliz ignorancia, pero el conocimiento te ha dado libertad, y con ello, independencia, responsabilidad y una vida propia. Ya nunca podrás volver atrás.

Moraleja

Quien mantiene una quimera,

difícilmente vive la vida fiera;

en muchas ocasiones una intención,

tarda en revelar su real significación:

no los por monstruos estimados,

necesariamente son malvados;

ni siempre son buenos,

los así considerados.

Concepto de Quimera - En arquitectura, mitología y biología

Toda la ficción propia (relatos cortos, novelas por entregas, microrrelatos…) publicada en Universo de A está reunida aquí, en el Índice-Guía de Grandes Relatos.

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ACTUALIZACIÓN: La temporada cultural de otoño-invierno de 2021-2022 en Madrid

ACTUALIZACIÓN: La temporada cultural de otoño-invierno de 2021-2022 en Madrid

¡Continúa con fuerza!, en espacios públicos, privados… ¡cualquier sitio es bueno para disfrutar de la cultura!.

¡Descubrid así pues, que es lo que no os podéis perder de todo lo que pasa en la Corte en este momento!.

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Relato: Recuerdos para Petra

Sigo preparando la publicación de un relato más largo, pero está siendo más difícil sacarlo adelante de lo que parecía (a ver si lo consigo antes de que acabe el año… a ver…)… entre tanto, gano tiempo con otros más cortos. Pero no os equivoquéis, eso no significa que tengan menor calidad, y para muestra, este botón en concreto.

¡Y por cierto, con esta publicación, ya se cumple más de medio año desde que decidí darle definitivamente prioridad a la sección «Grandes relatos» en el blog!… sin duda ha sido un gran éxito esta idea que me ha traído una gran satisfacción (a la par que trabajo), de la que no me arrepiento… y en la que espero persistir mucho tiempo, ¡sino definitivamente y para siempre!… o al menos lo intentaré.

En esta ocasión, y para variar, prefiero no introducir demasiado este texto, pues creo que estropearía su percepción. No obstante, al final, añado unas reflexiones.

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Recuerdos para Petra

Aquel día, Petra estaba sola en casa. No era algo muy usual, pero nadie había podido quedarse, todos estaban demasiado ocupados. Aunque la habían dejado encerrada, se le metió en la cabeza que quería salir, y siendo el único pensamiento constante que podía albergar, de algún modo, se las arregló para conseguirlo. Siempre había sido una persona espabilada, pues la edad, aún quitándole otras cosas, no había sido capaz de arrebatarle eso. Y ello, a pesar de que, justo antes de marcharse, su familia le insistió, y hasta la obligó a repetir, en voz alta, que en ningún caso saldría de casa (tal vez por eso, ante el miedo y la desconfianza, habían llegado a la medida extrema de confinarla… incluso siendo este mal menor un riesgo también). Pero ella no lo recordaba.

A medida que atravesó la finca del que había sido siempre el hogar de su familia, pudo observar un robusto árbol, del que su abuelo, cuando era pequeña, había colgado una cuerda que había servido durante años como columpio… motivo de risas, diversión infinita para ella y sus hermanos durante su infancia. Hoy, tan rudimentaria construcción había sido sustituida por otras de plástico, más sofisticadas y coloridas, que sus nietos apenas miraban o apreciaban de tantos juguetes como tenían. Pero ella no lo recordaba.

Salió de la propiedad y empezó a caminar, un tanto desconcertada y temerosa… cruzó por delante de un moderno supermercado: muy luminoso, impecable, con los mismos colores de marca estratégicamente colocados, ordenado, con música actual a todo trapo… exactamente igual al de la población de al lado, a otros tantos de todo el país (e incluso del mundo, pues el modelo de negocio funcionaba); con empleados temporales pero permanentemente hastiados, que, para paliar el que no conocieran (ni les importara) ninguno de sus clientes (bastante tenían con trabajar mucho y cobrar poco), llevaban una placa con su nombre, colgada de su impersonal uniforme, conjunto que los confirmaba como una gota más del océano que era su empresa internacional… todo ello nada tenía que ver con la familiar, variada y caótica tienda de ultramarinos con la que Petra se había ganado la vida, siempre con una sonrisa, durante toda su vida laboral; y en la que, según entraba por la puerta, sabía exactamente lo que iba a pedir su cliente de siempre, si no lo tenía se lo encargaba…. Era extraño lo diferentes que eran los dos modelos de negocio; sobre todo, porque ambos habían ocupado el mismo local. Pero ella no lo recordaba.

Al poco, empezó a sentirse cada vez más intranquila en aquella zona urbana, estridente a todos los niveles: visual, sonoro… así que decidió escapar a un lugar más apacible; tal vez a alguno de los parajes naturales por los que había caminado descalza de joven… necesitaba huir… pero no era tan fácil: con los años, en muchos de esos lugares, se habían construido barrios enteros, cuyas laberínticas calles Petra no conocía, y por las que acabó callejeando sin rumbo, desesperada por fugarse de aquel ruido infernal para todos los sentidos. En medio del vagabundeo por aquella zona residencial nueva, fue reconocida por una antigua vecina, que hacía años que se había visto obligada a abandonar su casa, su barrio… su vida; todo aquello que había conocido, para ingresar en una residencia geriátrica; aquel día estaba con su hijo, que la acompañaba en el paseo, y que conocía a Petra desde niño; la saludaron…. Pero ella no lo recordaba.

Al fin, la anciana consiguió liberarse, al fin había alcanzado la naturaleza que tantos recuerdos le hubiera traído… si tan siquiera pudiera acordarse. Y sin embargo, empezó a sentirse incómoda, estaba agotada… quería volver a casa. Decidió dar un rodeo para no volver a atravesar aquella espantosa urbe… sin duda, los montes que conocía de siempre serían más tranquilos… pero cada vez estaba más extenuada…. Entonces, del cansancio se cayó, y rodó a través de unos espinos… ¿cómo saldría ahora de allí?, ¡era un laberinto!, ¡interminable!, ¡cortante y terrible!… las espinas se clavaban en su piel, su ropa, impidiéndola avanzar, y a cada paso que daba parecía introducirse aún más, inevitablemente, en aquel bosque de púas del infierno, que parecía dispuesto a retenerla hasta desangrarla, recubrirla y alimentarse de ella… Petra lloró, mas aún sin ser del todo consciente de la situación, le quedaba suficiente cabeza como para saber que eso no solucionaba nada, así que decidió seguir adelante, como había hecho toda su vida…. Pero ella no lo recordaba.

Una llamada de una antigua vecina. Un susto. Una casa vacía. Pánico. Una denuncia por desaparición ante las fuerzas de seguridad. Lágrimas, angustia. Días de nerviosismo, noches sin dormir. Al final otra llamada. Y el reconocimiento de un cuerpo.

Desde que había enfermado de alzheimer, Petra apenas recordaba nada. Quizás por eso no había conseguido encontrar el camino a casa, por más que lo había intentado durante días, estando, en realidad, a unos pocos metros; tampoco había sido capaz de pedir auxilio… lo cierto es que ella nunca había sido prisionera de la naturaleza, sino de su propia mente.

Tal vez por todo ello tardaron tanto en localizarla, ¡cómo sospechar que estaba tan absurdamente cerca!. Ahora la anciana nunca más recordaría nada, pero en su funeral, todos los asistentes se acordaron con cariño de todo lo que ella ya no podía. Y, a pesar de que a los trabajadores del tanatorio les fue imposible borrar del todo el dolor que atravesó el cuerpo antes de fallecer; hay quien dijo que, tras evocar aquellos recuerdos, en el rostro del cadáver se vislumbraba un gesto: esa sonrisa orgullosa que posee quien ha tenido lo que ha querido, es decir, una vida bien vivida.

Rescatan anciana que estaba encerrada en condiciones inhumanas

Reflexiones: es indudable que el tema principal de la narración es una enfermedad como el alzheimer, que muchas veces ha estado de actualidad; y que el personaje ficticio de Petra es una representación, evocación, alegoría, de muchas personas que realmente existieron, además de tener vidas y fines parecidos (de hecho, la trayectoria vital de la protagonista es intencionadamente genérica)… pero no solamente, o al menos me gustaría que el relato de mi autoría no se quedase sólo ahí (de ser así, lo consideraría una reflexión simplista y superflua).

Esta historia, también habla de cómo cambia el mundo, de lo rápido que lo hace, y de cómo eso puede significar que haya personas que se queden atrás en el proceso, incapaces de adaptarse o asimilarlo; sí, es muy cierto que mi protagonista está enferma y por tanto no está en su plena capacidad para percibir la realidad tal cual es… ¿pero y si lo estuviera? el mundo en el que nació Petra, que conoció, no tiene nada que ver con el de su vejez, con aquel en el que morirá… ¿es por tanto el alzheimer del personaje tan sólo una metáfora?.

Esta es sólo una de las múltiples cuestiones paralelas que podría sugerir mi texto, y que se podrían abordar por parte del lector reflexivo y juicioso… pero ahí lo dejo, pues, como todo verdadero artista, prefiero formular preguntas a contestarlas.

Os toca pues, a quienes lo habéis leído, decirme que os ha evocado, y que significa este relato para vosotros.

Toda la ficción propia (relatos cortos, novelas por entregas, microrrelatos…) publicada en Universo de A está reunida aquí, en el Índice-Guía de Grandes Relatos.

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La temporada cultural de otoño-invierno de 2021-2022 en Madrid

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Este artículo es uno de los los llamados artículos recopilatorios, que se actualizan continuamente (hasta que termina la temporada que dice el título, momento en el que se publica uno nuevo en esta misma sección de Turismo), por lo que, para estar informado de todas las novedades, se recomienda volver a visitarlos a menudo. No obstante, los seguidores del blog (correo electrónico, redes sociales… etc) reciben actualizaciones de todo lo que se hace en Universo de A.

Aclarar que, en este artículo en concreto, las últimas actualizaciones siempre son las más pegadas a estas líneas, es decir, las que están más arriba del artículo; y por tanto, las que están más abajo, son las que he comentado hace más tiempo.

Para una información más extensa o sobre otras cuestiones culturales (Turismo, críticas de Películas o Teatro… etc), visitar las secciones correspondientes que aparecen permanentemente en un listado a la derecha.

Si hay algo que aún no he publicado, y sin embargo te interesa, pregunta a través de un comentario, puede que te ayude, ya que a lo mejor lo he visto, pero no he tenido tiempo de escribirlo.

………………………………………………………….

 

Bien, como se ve, he hecho un cambio al inicio de esta nueva temporada, de momento está de pruebas… pero todos sabemos que casi siempre que llevo a cabo estas es porque estoy muy seguro de su resultado, y el asunto acaba saliendo adelante.

El cambio consiste en unificar los tradicionalmente tres artículos recopilatorios, o al menos, dos de ellos, exposiciones y eventos, que de ahora en adelante, se comentarán aquí conjuntamente (las muestras en primer lugar, y los otros acontecimientos a continuación, en el apartado especial que crearía si llegara la necesidad de ello).

Y de ahí el cambio del título, a uno más genérico, y que puede abarcar más cosas con mayor facilidad.

Sea como sea, en cualquier caso, es hora de ir calentando motores para….

 

Centro Arte Complutense

Este lugar, altamente desconocido (el museo del traje -el cual, por cierto, tras un considerablemente largo cierre, al parecer reabrirá muy próximamente- lo eclipsa, pues está en su mismo edificio), posiblemente debido a su irregular, poco promocionada programación, de lo que son en parte culpables, debido a una absoluta ineficiencia en lo que a difusión por sus propios medios se refiere (redes sociales casi inencontrables, además de mal gestionadas; una web permanentemente desactualizada… y un largo etc); a veces, sin embargo, nos da sorpresas; ciertamente en ocasiones se encuentran artistillos sin talento y de poca monta, otras veces hay algo aceptablemente digno de descubrir, y menos habitual, algo que sí es fascinante e interesante por derecho propio… pero lo que ya sí es del todo excepcional, es que haya algo imprescindible, que una de las mejores exposiciones de toda la vasta vida cultural madrileña (además, por ende, también de España), resulte estar aquí, escondida… y ese es el caso del que voy a tratar a continuación. 

-LA DIVINA COMEDIA, INSPIRACIÓN Y RAZÓN: lo dicho, junto con la de Magritte en el museo Thyssen (reseñada en este mismo artículo), con toda seguridad, esta es una de las grandes exposiciones de la temporada.

En primer lugar, es imprescindible destacar que esta muestra forma parte de los múltiples actos que se están llevando a cabo, en todo el mundo (pero muy especialmente en su país natal) con motivo del 700 aniversario de la muerte de Dante Alighieri (autor por excelencia de nuestro país vecino y hermano… hablando claro, su Cervantes), a quién el dialecto florentino debe mucho al hecho de que se coronara como la lengua de cultura y prestigio por excelencia de la península itálica (con permiso también de Petrarca, que también tuvo mucho que ver, por supuesto), y a posteriori, que se convirtiera definitivamente en lo que hoy conocemos como el italiano, es decir, la lengua nacional de Italia.

En cualquier caso, las más diversas organizaciones han decidido colaborar para que este año Madrid también sea una «citta dantesca» (aunque lo cierto es que últimamente no dejamos de conmemorar a italianos, pues no olvidemos que también el ayuntamiento de Madrid mantiene su programa de homenajes al arquitecto Sabatini… pero, del mismo modo, tampoco debemos dejar de recordar que, históricamente, las regiones que hoy forman Italia, muchas de ellas fueron parte de España); sin ir más lejos, aquí en Universo de A se ha referenciado, en la temporada pasada, una de esas iniciativas, concretamente, la exposición sobre la presencia de Dante en la Biblioteca Nacional.

Una de las instituciones que ha querido participar es la Universidad Complutense de Madrid; no en vano, al parecer ha estado implicada desde el principio en el evento, gracias a su Asociación Complutense de Dantología; y ese es sin duda el motivo de que este Centro Arte Complutense acoja esta exposición.

Sin duda alguna, si la exposición sólo se tratase de unos cuantos libruchos, más o menos viejos, difícilmente el comentado pasado evento de la Biblioteca Nacional habría tenido competencia posible (sin mencionar que la muestra hubiese sido organizada, posiblemente, en la mucho más céntrica Biblioteca histórica Marqués de Valdecilla)… pero es que el caso que ahora reseño va mucho más allá.

Sin duda, lo verdaderamente importante, el grueso de lo que se ve, tanto en calidad como en cantidad, lo forman las acuarelas de Dalí para ilustrar la obra de Dante (pero entendámonos, ciertamente no nos vamos a encontrar una gran y espectacular retrospectiva como la ya mítica que hizo el museo Reina Sofía de hace unos años, pero también por ello, lo que descubramos, es mucho menos predecible, común, habitual y más sorprendente); pero no sólo, también se pueden encontrar, por supuesto, distintas y muy reseñables ediciones de «La divina comedia»; además de algunas obras de otros ilustradores, como Doré, o el también español, Barceló. A todo lo cual, acompañan otras interpretaciones de artistas actuales sobre el mismo libro, que complementan esta visión global.

De todos modos, creo que lo mejor que se puede hacer para reseñar esta exposición es describirla: en primer lugar está un montaje sumamente acertado (aunque más en su concepto que en su ejecución: ¿por qué el purgatorio es verde?, ¿qué pinta un libro de Humboldt y su paso por los Virreinatos españoles en todo esto?), aunque austero que divide la muestra inteligentemente en las tres partes del libro, por el mismo orden que en este; así, empezamos por el infierno, avanzamos por el purgatorio, y culminamos en el paraíso; todo ello identificado oportunamente mediante colores, e incluso, y esto es muy ingenioso, usando toda la luz natural que llega de las omnipresentes cristaleras que sirven, durante 2/3 de la exposición, de vidrieras opacas (así, el infierno será de un intenso color rojo, el purgatorio de un extraño color verde… y al paraíso le queda reservado el espectacular paisaje que se ve a través de los ventanales: el poco conocido, aunque encantador jardín de evocador estilo inglés del Museo del traje -en la actualidad un tanto descuidado, pero no por ello menos grato-, que además contribuye a llenar de luz el lugar, y citando a Gala «si el paraíso no es luz, ¿qué será?»).

A lo largo de la exposición, como ya dije, sin duda lo que más destaca en cuantía y nivel, es la obra de mi muy admirado Salvador Dalí, que realiza unas acuarelas absolutamente fabulosas. Ciertamente, ya he dicho antes que esto no es una retrospectiva; sin embargo, el artista, en su maestría, consigue hacer un resumen de toda su carrera: así en el infierno se ve muy claramente el estilo surrealista que lo hizo famoso (las carnes flacidas o los objetos que se derriten o ceden a toda concepción no física o espacial natural); en el purgatorio se detecta su academicismo original, el de antes de convertirse en el divino Dalí; y finalmente, el paraíso explora completamente su última gran etapa, la del misticismo nuclear; haciéndose por tanto, todo un recorrido por su trayectoria. Tras lo dicho, sobra decir que la exposición es imprescindible para todos los admiradores de este grandísimo creador. Pero, además e independientemente de lo anterior, es que la gran mayoría de las acuarelas que se muestran tienen una calidad, maestría y belleza tan deslumbrantes de no creerse (y sí, una vez más, volví a enamorarme platónicamente de Dalí y me rendí completamente a su genialidad). Ciertamente, no mentiré, yo ya iba con unas expectativas altas a la exposición; al fin y al cabo, es difícil imaginarse a un artista mejor para plasmar la gran obra de Dante que el surrealista español por excelencia (no sólo por sus reconocidas capacidades, sino porque es obvio que ambos estilos maridan perfectamente); pero, una vez más, este último genio superó todas mis suposiciones y esperanzas para bien absoluto. Reconozco que quedé fascinado, una y otra vez, con cada una de esas maravillosas acuarelas cuyo arte me deslumbró por completo, y que encontré, mayoritariamente, extremadamente acertadas. De hecho, sólo por eso, ya la exposición es un imprescindible.

Pero como ya digo, la muestra no solo se reduce a lo anterior (que ya de por sí mismo es totalmente relevante), otros artistas tienen una presencia menor aunque interesante, por ejemplo, como ya he dicho Doré o Barceló (este último, en lo poco que se percibe de las ilustraciones de los libros abiertos que se muestran, también parece haber hecho otra maravilla). Además, como ya queda comentado, también se presentan varios otros autores actuales, cuyas obras son de muy diversa calidad, así, las hay increíblemente buenas, y otras de vergüenza ajena (incluida una que tiene subtítulos con el lenguaje exclusivo de analfabetos, por estos llamado «lenguaje inclusivo» que la propia Real Academia Española ya ha condendo públicamente); pero salvo muy raras excepciones, la gran mayoría están metidas en la exposición con calzador… de hecho, se nota demasiado que, claramente a los autores actuales les propusieron el proyecto en este plan: «bueno, ¿tienes algo que pueda encajar con ‘La divina comedia’ de Dante?» y que estos se pusieron a rebuscar para finalmente decir: «nah, esto puede valer»… con todo, como ya digo, hay algunas creaciones que pueden valer la pena.

La exposición se cierra con una parte de autopromoción (¡faltaría más, son ellos quienes la pagan!), por supuesto de la propia universidad, pero especialmente de la ya mencionada Asociación Complutense de Dantología, sus publicaciones, y, como no, de los catedráticos y profesores universitarios al cargo (al fin y al cabo, el ego de todas las más soberbias estrellas de Hollywood juntas no cabría en uno sólo de sus pechos).

Por lo demás, y para variar (al menos últimamente), la muestra no cuenta (demasiado) con los ya típicos textos sectarios, politizados y adoctrinadores; muy en parte porque ni hay folleto y apenas hay textos de sala, de hecho, sólo hay uno al principio, y el resto de la exposición son versos del libro, respecto a esto último, se tiene además la habilidad y el buen gusto de citar tanto en español como en italiano. Las cartelas por su parte son las elementales, sólo cuentan con la ficha básica y ningún tipo de explicación. 

Decir, además, que sin duda la exposición cumple con su cometido de interesar por «La divina comedia», de hecho, yo la he leído hace muchos años (debo confesar que, como a la gran mayoría, excepto la parte del infierno, el resto no me terminó de entusiasmar), y me entraron ganas de repasarla… esta vez, quizás incluso en la bellissima lingua italiana.

En definitiva, no hay duda de que la exposición «La divina comedia, inspiración y razón» es una de las muestras más destacadamente imprescindibles que hay que ver en Madrid… simplemente no existe excusa posible para no ir a disfrutarla, pues es relevante, a cualquier nivel, para todos.

 

Galería Helga de Alvear

Sin duda un espacio mítico, básicamente porque es el punto de inicio de todas las galerías de la zona; pegada al Museo Reina Sofía, no hay duda de que la calle doctor del doctor Fourquet es un paseo del arte contemporáneo dentro del propio paseo del arte madrileño.

Este punto vanguardista parece querer seguir manteniéndolo esta empresa, pues lo cierto es que es raro ver videoarte en una galería (donde lo más frecuente es una orientación a las artes plásticas más convencionales); así que se agradece esa novedad en concreto.

Comentar que la entrada parece que sea la de un garaje de reparación de coches, pero en esta zona de la calle, esa circunstancia se da demasiado.

La atención al público es terriblemente antipática

-JULIAN ROSEFELDT, PENUMBRA: tontería monumental infinitas veces vista, que reflexiona, por milésima vez, sobre las cuestiones ecológicas de las que estamos ya más que hartos y aburridos, tanto en el arte como en la vida real. Teniendo en cuenta que el arte debería destacar por su originalidad y por su capacidad para producir la reflexión, no me imagino ninguna obra que pueda aletargarnos más… es decir, que resulta lo opuesto a lo artístico.

Lo único que se salva minimamente, son algunas de las fotos del primer piso, que, repito, sin ser algo tremendamente inédito (de hecho, nos recuerda a tantas y tan incontables referencias en todo tipo de disciplinas anteriores…), sí que consiguen evocar lo dramático de un mundo postapocalíptico… aunque lo más trágico no es exactamente eso, sino, como ya digo, el hecho de que no se trata de nada que no hayamos visto antes.

 

Galería Maisterravalbuena

Con una entrada tan desmesuradamente disimulada que casi se salta, podría ser esto un error por la exposición que albergan en este momento.

Sin gran atención al público, para bien o para mal, te ignoran directamente

-SARAH GRILO: OBRAS: interesante exposición (con una cierta vocación retrospectiva) que nos plantea a una curiosa artista que consigue reflejar, a través de un toque de abstracción, el caos y los múltiples estímulos urbanos, concretamente los de Nueva York (llega a parecer que casi puedes oír los ruidos).

Ciertamente, no es algo desconocido y quizás puede llegar a resultar repetitivo, pero no hay duda de su calidad e interés.

 

Galería NoguerasBlanchard

Reducida, pero con fama; con todo, esta galería no cuenta con gran atención al público; y precisamente debido a sus pequeñas dimensiones, es demasiado fácil, y frecuente, escuchar conversaciones de quienes trabajan allí, que impiden concentrarse en el acto de la contemplación artística.

-MERCEDES AZPILICUETA: KATALINA, ANTONIO, ALONSO: basada en un conocimiento absolutamente superficial e ignorante sobre Catalina de Erauso, y aún más si cabe sobre su época histórica, la autora (no tengo valor para calificarla de artista) desarrolla una especie de instalaciones ridículas (y carentes de toda estética, gusto, bueno, hasta de todo sentido), que demuestran que para salir adelante en ese mundillo no se necesita talento, sino contactos.

Por supuesto, toda la exposición está desarrollada desde un repugnante punto de vista racista, xenófobo, y antihispánico, que defiende, contumaz, la falsa leyenda negra española, que mucho me temo que siempre pervivirá en los ambientes más incultos y sectarios.

En definitiva, una magnífica prueba de que el analfabetismo funcional también puede ser expuesto en galerías de arte sin vergüenza alguna… de hecho, en realidad, tal vez ese sea, de modo indirecto, el gran acto creativo que se ha conseguido, y resulta tan brillantemente sarcástico, que es una obra maestra, absolutamente involuntaria, pero aún así, brillante.

 

Galería Espacio Mínimo

Según entras, todo parece estar tan automatizado que da la impresión de que el lugar está gestionado por robots o algo así (¡una especie de galería futurista!… aunque sería algo contradictorio, ¿la gracia del arte no está precisamente en que es algo que realmente sólo pueden hacer humanos?, ¿de hecho, no es lo verdadera y auténticamente más propio de esta especie?); pero, al cabo de entrar, descubrirás que la atención al público es amable y cumplida.

-ANA VIDIGAL: la exposición está formada por varias series de obras, sorprendentemente de estética y temáticas absolutamente distintas (lo frecuente es que sean bastante repetitivas, variaciones de lo mismo)… son las típicas creaciones que, de primeras, te parecen una auténtica tomadura de pelo, pero que, a medida que las observas mejor, te das cuenta de que tienen más fondo y profundidad de la que creías al principio; y te das cuenta de que hay una auténtica, verdadera calidad y calado. Desde luego, a mí sí me lo pareció y me gustó.

 

Galería Juan Silió

Sin duda alguna, una de las galerías (sino la más) con mayor clase y elegancia de la zona (parece del barrio de Salamanca, en vez de aquel en el que está); además su exterior totalmente acristalado parece extender su espacio a la calle e invitar a entrar a todo el que pasa.

La atención al público es absolutamente exquisita, hasta se le explican las obras al visitante.

-JUAN LÓPEZ, SURCOS: salvo la obra del fondo, que reflexiona acerca de la memoria que pueda tener el asfalto acerca de lo que pasa sobre él, y que propone su interesante conversión en tocadiscos; el resto es, directamente, feo. Parecen los restos de una obra de construcción que se haya traído allí y que se pretenden vender, como lo que no es, con todo descaro.

La realidad, es que, desgraciadamente, al final, lo que define todo el conjunto de lo que se ve es que es antiestético. Personalmente, considero que es el típico caso de proyecto artístico fracasado.

 

Galería MPA / Moisés Perez de Albeniz

Atención al público entre indiferente y antipática.

-ELVIRA AMOR, SENDAS SELVAS: aunque sin duda llama la atención el hecho de que la artista haya tapizado todo el lugar con su obra (¡hasta la fachada de la propia galería!), y los cuadros puedan llamar la atención por su atractiva estética en un principio, la verdad es que pronto te das cuenta de que es demasiado repetitiva, demasiado «sota, caballo, Rey», cansando al poco por su simplicidad y por ser siempre lo mismo.

De hecho, al final, lo dicho, su mejor obra en esta exposición lo constituye su decoración de la propia galería en sí, y el cómo convierte su muestra en una instalación en sí misma, cómo se apodera del espacio, lo transforma y hace suyo. Esa es su auténtica y gran creación, que es digna de ver en este lugar.

 

F2 galería

Aunque el trato es incuestionablemente amable, parecen demasiado preocupados por pagar las facturas… de hecho, cuando estuve me encendieron la luz a propósito, y daba la impresión de que querían que me fuera cuanto antes (diría que incluso sentí una cierta presión indirecta e involuntaria a ello) para volver a apagarla inmediatamente… todo lo cual, obviamente, genera una cierta incomodidad al visitante (tampoco ayuda el que te tengan, de forma evidente, demasiado vigilado). Y dado que socialmente no podemos evitar unir el concepto de galería de arte al lujo (incluso al despilfarro), este tipo de actitudes le quitan mucho glamour….

-FEDERICO MIRÓ, THE INVISIBLE THREAD: me sorprendería mucho que no fuera un éxito absoluto de ventas; no tanto por la seguridad sobre su calidad, originalidad o posibilidad de revalorización como inversión; sino porque es un arte de un carácter absolutamente decorativo y sin demasiadas pretensiones (o al menos consigue aparentarlo), que conseguiría quedar bien en casi cualquier sitio, de hecho, es tan asombrosamente pragmático de no creérselo (para ser arte).

Eso no significa que las pinturas de este artista no sean bellas y estéticas, que lo son y mucho, es difícil no rendirse a su encanto; pero, como se acaba por reconocer en el texto de sala, sus referencias son demasiado obvias, y por tanto, el resultado es que su obra no resulta novedosa, es la reproducción de algo anterior reinterpretado de otra manera y en distintos colores (del mismo modo que lo puede ser un bolso de Marilyn Monroe con una de las fotos de Halsman)… pero eso también lo hizo Warhol, bien que le fue, y ahora está en los museos… tal vez Miró tenga su mismo sentido, tan poco habitual en los artistas, para lo práctico.

 

Galería Marta Cervera

Aunque no en la misma doctor Fourquet, está lo suficientemente cerca (sin mencionar que también está situada en una de las calles que bajan a la Casa encendida) como para aprovecharse de su polo de atracción. Su elegante y evidente exterior no pasa desapercibido.

Atención al público más que aceptable (especialmente a estudiantes de arte, varios pasaron por allí durante el tiempo que estuve allí).

-LABERINTO DEL RAMAJE (VARIOS): quizás la mezcla de artistas sea lo que provea a esta exposición de un cierto toque diferencial y original, en la que sin embargo, se consigue mezclar lo que suena o parece más mediocre con otras buenas ideas, creando una combinación tan extraña como atractiva. En cualquier caso, la temática principal es la naturaleza, y cual Alicia, parece que penetramos en una especie de país de las maravillas.

 

Real jardín botánico

Algunas exposiciones de la temporada pasada aún se mantienen, con lo que sugiero consultar el artículo de esta (aquí) para tener una visión más completa de lo que ofrece en este momento esta institución.

-APERTURA DE LOS NENÚFARES: al parecer, esta es una de las mejores épocas del año para verlos y apreciar su belleza. Ciertamente esta no es una exposición (de hecho, ¿es permanente o temporal?… difícil de decir) muy convencional, pero no me negaréis que sí tiene encanto. Al lado de la pequeña charca donde están, se incluye un cartel con un código QR que, al consultarlo, se puede saber más acerca de todos y cada uno de ellos.

-MUTIS, UN PATRIMONIO COMPARTIDO: a pesar de que la exposición intenta un toque neutral, no demasiado antiespañol; lo cierto es que, independientemente de su objeto de estudio y de lo que intenta demostrar (es decir, la importancia de los estudios de Mutis y su influencia posterior), acaba yendo mucho más allá de eso involuntariamente, tanto más allá.

Y es que la muestra, indirectamente, habla de cómo la Corona española (tanto la institución monárquica como el estado) lo dio todo por los territorios que la conformaban, y estos nada devolvieron, de hecho, incluso se aprovecharon de ella. Mucho se ha hablado de los minerales que se pudieron sacar de esas tierras (que por otro lado, no fueron aprovechadas hasta la llegada de los españoles), olvidando que la mayoría se trataron de inversiones privadas que venían revertidas en esas tierras (¿y acaso decimos hoy día que Apple, McDonald’s o Starbucks nos colonizan? pues sus inversiones aquí generan bastante menos beneficio para nosotros que las que hicimos allí en su momento), y que gracias a ello, se construyeron todo tipo de infraestructuras que aún permanecen y benefician hoy (aunque bueno, si nos ponemos con eso, entonces habría que mencionar que quienes hicieron las independencias tenían muy poco de nativos y mucho de descendientes de españoles, de la clase más privilegiada de hecho).

Pero, y eso queda demostrado en esta exposición, el saqueo al Reino de España por sus antiguos territorios, a los que tanto favoreció y que con tanta ingratitud le pagaron (y siguen haciéndolo), no se quedó sólo en lo material, sino, está claro, también en lo intelectual y en lo científico. Así, Mutis llega al Virreinato de Nueva Granada, en una Real Expedición (es decir, patrocinada y pagada por la monarquía española) con fines científicos que claramente beneficiaran al propio territorio en el que se van a desarrollar (y lo hicieron, de hecho, supuso la formación de múltiples botánicos e ilustradores americanos por parte de uno de los mejores maestros posibles de la época… gaditano, español)… pero apenas nada de ello, ni siquiera lo básico y pactado, llega al propio Reino de España (y esto ya tratándose sólo de algo con vistas a conseguir un objetivo, mejor no mencionar las inversiones a fondo perdido, como la Real expedición de la vacuna, que ponen aún más en el foco el desagradecimiento de todos los pueblos que fueron integrados en la Corona española). Para colmo, luego, con la base de un inventado y falso nacionalismo, llevado a cabo, como se ha comentado, por privilegiados que deseaban sólo seguir siéndolo, incitan al odio contra la madre patria, y como bien se dice en la muestra, siguiendo los «valores republicanos» se roba todo lo que se puede, entre todo ello, la colección de dibujos (reconocida por la Unesco) o la biblioteca del propio Mutis (considerada de las mejores de su tiempo), que a duras penas sobrevivió a la independencia… así, a día de hoy, los resultados de la expedición pagada por la Corona Española, se mantienen, como un hurto legalizado por el independentismo, en la Biblioteca nacional de Colombia.

Es así, la triste historia del Reino de España: actuar bien, portarse bien, para sólo recibir ingratitud y oportunismo. De hecho, en la exposición se menciona la visita, con carácter científico, de Humboldt a Mutis… pero se olvida comentar lo mucho que el primero agradeció al Rey Carlos IV el poder hacerlo (incluso estando este en el exilio, con lo que ya no tenía necesidad alguna de agradarle, de hecho, más bien todo lo contrario), o todas las declaraciones del científico alemán acerca de lo falsa que era la leyenda negra española, y la necesidad de que esto fuera sabido por el mundo… aunque, en realidad, no sólo se descuidan tales datos en la exposición, porque, lo cierto es que se omite en muchos libros de Iberoamérica, que incluso han sido censurados por esta razón… no conviene: según su mito, Humboldt, conoció a varios independentistas, lo que es suficiente para decir que les apoyaba o concordaba con ellos, y así darle un aspecto de profundidad intelectual a un separatismo de una ilegitimidad manifiesta… y es que, si decimos la verdad, es decir, que la grande monarquía española (como se llamaba en tiempos de Felipe II, por ejemplo) era un crisol cultural y racial, ejemplo de tolerancia y respeto entre pueblos… ¿qué sentido tiene cualquiera de los nacionalismos americanos, basados precisamente, en el odio a España? (como bien se aprecia en las letras de sus himnos); si decimos la verdad, es decir, que todo lo de las independencias fue organizado por unos oportunistas para sacar partido en beneficio propio (o sea, los valores republicanos por excelencia: ambición y codicia junto con cinismo)… y que el caer en eso ha lastrado a esos países, hasta el día de hoy, yendo de gobernante corrupto en gobernante corrupto, transportándolos a lo más hondo del tercer mundo; si además añadimos, que si siguiesen con España claramente estarían en una mejor posición (como lo están Ceuta, Melilla o las Canarias, que de no formar parte del Reino, no serían más que otra parte de la subdesarrollada África)… ¿pues que nos queda, sino decir que el independentismo americano no fue sino el mayor y más terrible de los fraudes, terriblemente perjudicial para esos pueblos, y que los ha dejado en la más penosa de las situaciones? pero reconocer eso, supondría entender que todo aquello con lo que se les han adoctrinado que son es una falsedad, y ello lo derribaría todo, les liberaría (esta vez de verdad), pero lo cambiaría todo, también la relación con el Reino de España que pasaría a ser más amistosa y de más agradecimiento… ¿pero qué gobernante corrupto (en todos los sentidos, el moral incluido), necesita un pueblo culto y crítico, cuando puede tener a uno aborregado al que domine con un par de gestos populistas y con un nacionalismo manipulador? esto, y no otra cosa, es lo que explica toda la trágica historia de Iberoamérica después de las independencias, y su inmenso fracaso, a pesar de contar con unos recursos naturales tan ingentes y valiosos (que el Reino de España supo administrar, en favor de todos en su momento, y que, tras los separatismos, allí no han podido gestionar ni siquiera en su propio beneficio). En realidad, al final todo se resume en que esas tierras formaron parte de España con los valores monárquicos, es decir, los de la tolerancia, el respeto y la construcción, y se independizaron con los republicanos, o sea, la ambición, la codicia, el cinismo y la destrucción… el resultado, a la vista está.

Pero esta temática, como ya digo, es paralela y subyacente a la de la propia exposición, que, por otro lado resulta ser de lo más interesante. No lo es menos lo que se expone, que si bien tenía fines científicos, en su interpretación de la naturaleza, muchas láminas llegan a constituir obras de arte; prueba de ello es que una de ellas inspiró al propio Salvador Dalí, que hizo una versión verdaderamente fascinante (sin duda, hacer la comparativa entre ambos dibujos, es una de las grandes gozadas de esta muestra).

Destacar también el cuidado montaje, bastante poco habitual en la sala donde se desarrolla, el invernadero de los bonsáis (también porque allí suelen estar las exposiciones más de segunda, más de aficionados… esta vez se nota la diferencia, hasta hay vigilancia), y que cuenta, para variar con un cierto y cuidado encanto estético. 

Los textos de sala son apropiados, suficientemente neutrales y no demasiado ofensivos a nivel aleccionador.

En definitiva, si hablamos de José Celestino Mutis, posiblemente muchos no sepan quién es, excepto aquellos que conozcan alguno de los múltiples entornos urbanos que le están dedicados por toda la geografía española, y, en todo caso, la gran mayoría no sabría ponerle cara. Pero, a los suficientemente viejos, si les mencionamos el billete de 2000 pesetas, seguro que ya saben identificarlo, puesto que el rostro del científico, al cual está dedicado esta muestra, era el que aparecía en aquel papel moneda… así que, aunque sólo sea por saber por qué era tan importante como para aparecer en nuestro antiguo dinero, digo yo que ya merece la pena acercarse a ver esta exposición; aunque, como ya digo, no es el único motivo, sin duda los históricos, científicos y artísticos también tienen su peso.

-LA SIMETRÍA DE LOS ENCUENTROS, PILAR MILLÁN: es la típica exposición de aficionada, lo que se nota en que esta le pide a un amiguete, que pueda parecer aceptablemente cultureta, que le redacte la hoja de sala, en la cual hay un continuo peloteo a la supuesta artista, y un desesperado intento de probar que algo de lo que hace vale la pena, mediante un lenguaje lo más rimbombante y pedante posible, intentando que las palabras disfracen u oculten la mediocridad de lo que vemos en directo.

Por lo demás, la artífice de tal exposición, hace uso de un tono entre cobarde, demagógico, y en cualquier caso inculto: no se atreve a afirmar nada en firme, pero se notan las intenciones de continuidad en la difusión de la leyenda negra y la hispanofobia… en realidad, como no, se contradice descaradamente, porque, aunque hace la tentativa de probar que el periodo virreinal español fue negativo (aunque sea de modo sutil, porque al final, intenta contar tantas cosas que ya ni la misma pseudocreadora sabe de que habla o qué preguntas pretende formular), al final, no puede evitar demostrar que lo peor vino después, con las independencias, es decir, cuando los indígenas perdieron la protección de la Corona española, y pasaron a depender de aquellos privilegiados arribistas y codiciosos, que fueron los que, directa o indirectamente, hicieron lo posible por exterminarlos a ellos, a su cultura… y peor aún, que eso sigue pasando hoy día en tales repúblicas (y sí, hasta de eso se intenta, exasperadamente, culpar a un Reino de España que nada tiene que ver -como en tantas otras cosas-). Y por supuesto, todo esto en un tono falsamente reivindicativo, hipócrita, de la típica persona que necesita hacer eso para pensar que hace o lucha por algo, darle algún sentido a su vida acomodada, y a continuación seguir con sus privilegios de siempre y no renunciar a ellos (pero eso sí, exigir y criticar que los demás lo hagan).

Por lo demás, la instalación no tiene mérito alguno a nivel artístico: no hay belleza, ni estética, ni habilidad técnica, ni originalidad (no podía ser de otro modo, la idea de la que parte es tan vieja y estereotipada que aburre)… y como ya digo, no dice nada porque todo es tan absurdamente difuso, que sólo te encuentras una serie de elementos sueltos, con una conexión tan forzada y tan mal trazada, que parece que aún estén en el proceso de montar la exposición y te hayas metido por accidente, descuido en la sala.

En conclusión: una auténtica chorrada, y además, antiespañola.

 

Palacio Real del Buen Retiro

Archivo:Salón de Reinos (Madrid) 10.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre

Me duele terriblemente colocar esto aquí, entre lo temporal, pero no es para menos: es un hecho, finalmente, el Museo del Prado tendrá los fondos para apoderarse de lo que queda del Real Palacio del Buen Retiro, hacer su horterada del Campus del Prado, y, en definitiva, destrozar el Salón de Reinos (para colmo, posiblemente para nada, como hizo con el Casón del Buen Retiro)… así que nos queda poco para ver este soberbio edificio en su (aunque deteriorado por el abandono de los últimos años) estado histórico original, antes de que los arquitectos-divos contemporáneos lo destrocen con esa arrogancia, falta de respeto y desprecio por el pasado tan propia, desgraciadamente, de nuestros tiempos. Sobra decir, que Universo de A se opone rotundamente y no se apoya tal barbarie contra el patrimonio histórico-artístico.

En un principio, que la pinacoteca española por excelencia pase a ocuparse del Salón de Reinos parece una buena idea, y más cuando se podría reconstruir de forma fáctica la grandeza de lo que fue el salón del trono de tal Real Sitio, precisamente, y con todo fundamento, con los cuadros que para él fueron pensados y destinados. Eso y no otra cosa es lo más lógico, pero, como no, muy probablemente ello no se hará.Y aunque esta anterior sea una razón de importancia para evitar tan peligrosa anexión, no es la única, pues si algo ha demostrado el Prado, es ser una organización terriblemente predadora. Con la excusa de su importancia, relevancia institucional (ser uno de los museos más importantes de España y del mundo incluso), ha depredado (sigue haciéndolo, sin intención alguna de parar) inconsecuentemente, creyéndose intocable, a quien ha querido sin pudor ni remordimiento alguno.

Repasemos algunos casos: posiblemente, casi todos conocerán la actual y continua pugna, batalla, con el Museo nacional centro de arte Reina Sofía, por parte del Museo nacional del Prado, debido a la permanente, polémica, descarada y fuera de lugar intromisión en etapas de la historia del arte que no le corresponden en absoluto a este último, y que están totalmente fuera de su competencia (y tampoco es algo tan reciente, no olvidemos, hace ya unos años, las exposiciones dedicadas a los contemporáneos Bacon o Arroyo); las cuales saltan a las páginas de la prensa especializada (y no sólo) últimamente cada dos por tres (no es para menos, dan ganas de decir o estipular la norma: «si prefieres el arte contemporáneo o no te gusta el clásico, no trabajes en el Prado por más que te metan a dedo, o al menos no vengas a joder»)… aunque si eso fuera lo único, o lo más grave, que el Prado ha llevado a cabo contra el principal museo de arte contemporáneo del Reino de España… precisamente, se llegó a valorar instalar el «Guernica», ¡en el propio Salón de Reinos!, y de hecho, el anterior director de la histórica pinacoteca por excelencia, estaba empeñado en arrebatar el cuadro de Picasso al Reina Sofía para llevar a cabo tal despropósito sin sentido alguno (al parecer, querían hacer una especie de irrisorio proyecto de salón de la paz, en el que, supuestamente, también se incluiría algún cuadro de Goya y Velázquez para culminar la necedad absoluta)… bien es cierto que el cuadro del pintor malagueño es realmente una propiedad del Prado (llegó a estar expuesto en el Casón… o sea, el Salón de baile o de fiestas del antiguo Palacio Real del Buen Retiro) en depósito en el museo de arte contemporáneo español por excelencia… pero también es absolutamente innegable que le pertenece a este por derecho, porque, si no, ¿qué sentido tiene tener el Reina Sofía si el Prado pretende abarcarlo todo? aunque quizás, el problema de esta última institución radique en qué piensan precisamente eso: «¿qué sentido tiene ningún museo si ya está el Prado?, ¡que se queden con la morralla y se alegren de seguir engrosando nuestros fondos, además de estar a nuestro servicio!»… y para el resto de las instituciones culturales, el viejo refrán español de «encima de cornudo, apaleado».  

Pero como ya digo, el caso anterior, no es otra cosa que el más reciente: así, el mueble de aseo de Fernando VII llevaba al menos un siglo en el Museo del Romanticismo… hasta que el Prado decidió reclamarlo de nuevo (en esta cuestión, el retrete también, técnicamente, le pertenece, y debo reconocer que es de los pocos casos en que considero justo y lógico que esté en la pinacoteca nacional por excelencia, puesto que es el lugar para el que fue creado), y teniendo en cuenta como se las gasta la institución del Paseo homónimo, los de la dedicada al estudio del siglo XIX pueden irse olvidando de recuperar la histórica y excepcional pieza.

Pero ahí no se acaban las infamias del Prado, que no contento con acaparar sin descanso (muchas veces ni siquiera para exponer, sino para guardar y enterrar -literal y figuradamente-, aquello de lo que se apropia), ha llegado a asaltar las más altas instituciones del estado, en este caso, el propio Patrimonio Nacional, que ni siquiera depende del Ministerio de Cultura o Educación (como sí lo hace el museo mencionado), sino de la propia Vicepresidencia del gobierno (es decir, un órgano estatal más alto), al gestionar como gestiona, el organismo antes mencionado, los bienes de la Corona… este en concreto, es un caso conocido, el robo más descarado de un cuadro famoso, nada más y nada menos que «El jardín de las delicias» de El Bosco, cuya ubicación original, desde hace siglos (es más, ¡desde que se mandó hacer por Felipe II!) ha sido el Palacio monasterio de san Lorenzo de el Escorial… hasta que el Prado lo pidió para una exposición temporal hace décadas… sobra decir que en la antigua residencia regia del Rey prudente aún esperan que se lo devuelvan (y es evidente que no tienen la más mínima intención, no sólo por como renovaron el forzoso depósito con motivo de la exposición temporal retrospectiva… sino que, para colmo, han creado un nuevo montaje museográfico y lo han anunciado a bombo y platillo! -verdaderamente, sólo los museos presumen con desfachatez de sus hurtos-)… y así un largo etc.

Aunque, si nos metemos en esto, también acabaríamos yendo a la mella del asunto y cuestionando la existencia del propio Prado, puesto que, ¿acaso no se nutre este de las Colecciones Reales y de lo desamortizado a instituciones religiosas? lo primero se puede justificar sobradamente, puesto que el museo nace gracias a la voluntad y empeño del Rey Fernando VII (al que siempre se le pretende escamotear toda bondad y mérito, incluido la creación de uno de los mejores museos del mundo, intentando incluso atribuírselo a una de sus esposas, algo ridículo, pues ni las obras de arte eran suyas, ni estaba casada con el monarca español cuando el proyecto se inició, y tampoco estaba viva cuando finalmente se concluyó… de modo que, simplemente apoyó el filantrópico deseo de su esposo de acercar la cultura y el arte a sus súbditos), y dado que las obras eran de su propiedad, podía hacer con ellas lo que quería… pero lo segundo (es decir, lo proveniente mayoritariamente del extinguido Museo de la Trinidad), ya no tanto… y lo primero sólo hasta cierto punto, ya que no olvidemos que muchas de esas obras de la regia colección fueron pensadas para sitios muy concretos de los palacios (a unas alturas, con unas iluminaciones y con programas iconográficos muy precisos… ¡e incluso para estaciones determinadas!), de modo que en el museo, con su iluminación general o sus posiciones uniformes y artificiales, pierden mucho de su significado (el ejemplo arquetípico por excelencia: «El príncipe Baltasar Carlos a caballo» de Velázquez, pensado para estar encima del dintel de una puerta, donde se apreciara debidamente con la perspectiva desde abajo… y expuesto en el Prado a la altura de la vista y con la misma luz que para el resto de las obras… aunque lo dicho, tampoco es un caso único, «Las meninas» tendrían que estar a la altura del suelo… etc) … pero mejor no seguir por ese camino, pues ello nos llevaría a cuestionar la esencia y sentido mismo del museo como contenedor didáctico. 

Aunque no hace falta irse al siglo XIX para ver como el Prado se apodera del patrimonio de una institución privada como la Iglesia, tal y como se ha comentado antes, de hecho, y esa es otra prueba de hasta que punto es un organismo depredador, hace no demasiados años, devoraba el claustro de los Jerónimos y se lo apropiaba con descaro, fagocitándolo, tragándoselo dentro de una ampliación realizada por Rafael Moneo que estuvo rodeada de polémica desde el primer segundo (y que muchos destacados expertos y arquitectos criticaron implacablemente)… aunque la rapiña de su escaso resto histórico monacal no fue en lo único en lo que se vio perjudicada San Jerónimo el Real (y cualquiera que visite el lugar), puesto que aún tuvo que soportar que el nuevo edificio, engendrado por la ampliación, tapara su entrada de luz natural, opacando las vidrieras de un templo fundamental para nuestra historia, donde ha habido desde Proclamaciones Regias, Juras de Príncipes de Asturias, Bodas Reales… etc. En definitiva, lo dicho, una vez más, todo para beneficio del Museo del Prado, la institución egoísta por excelencia.

Hay quien podría pensar que quizás, que la pinacoteca nacional por excelencia posea, ya completamente (lo único que queda, actualmente, del que fue un palacio inmenso, vital, fundamental en nuestra historia -sería inútil citar, por demasiados y excesivos, todos los importantes acontecimientos históricos que se dieron allí, aunque sí quiero comentar que algún historiador definió tal arquitectura como el perfecto reflejo de la Monarquía de Felipe IV con el Conde Duque de Olivares: «aparentemente grandiosa, pero en realidad, frágil como el papel»-, son dos edificios, el Salón de Reinos y el de bailes o fiestas) lo que queda del Palacio Real del Buen Retiro le dará una uniformidad, que será el comienzo de una investigación seria y reafirmación histórica de este; puesto que las cosas han podido cambiar, ya que no es menos cierto que se ha puesto bastante esmero en la reconstrucción del Gabinete de descanso de Sus Majestades (aunque sea a costa, como ya he dicho, del Museo del romanticismo) en el histórico edificio de Villanueva… pero ello sería muy ingenuo: la prueba es que el Casón del Buen Retiro llevaba décadas cerrado (y antes expuso, inadecuadamente, pintura del XIX), antes de reabrir como biblioteca para unos pocos privilegiados investigadores… hoy día, el público general sólo lo puede visitar a una hora y día de la semana (sábado a las doce), siempre en visita guiada sumamente calculada en tiempo, restringida, con cita previa y dependiendo del capricho del Prado. Por su parte, la sala, invadida por un mobiliario cutre de biblioteca, ha perdido el encanto original que debió de tener (recordemos: salón de bailes y fiestas… ¡del palacio de celebraciones y ocio por excelencia!), y su actual uso resulta un insulto para el propósito para el que se creo (sin duda, combinar una función de reproducción, en todo lo posible, del espacio original -a modo expositivo- con la de auditorio, lugar para conciertos y eventos hubiera sido lo más adecuado)… aunque, como ya digo, eso tanto da, porque total, es casi imposible de visitar… lo que nos hace ver, y entender más que nunca, con semejante y alarmante precedente, lo peligroso que es que el Salón de Reinos acabe en manos de este museo depredador que es el Prado.

¡Aunque si eso fuera lo peor, si la ampliación de Moneo estuvo cargada de polémica, con esta nueva no hay menos razones para escandalizarse!… muy desgraciadamente, nadie parece quejarse, a todo el mundo parece darle igual lo que hagan con esa imprescindible parte de nuestra historia, ese poco que queda de tan importante conjunto palaciego; tal vez porque, en la anterior ocasión (como queda dicho) muchas personas importantes se quejaron, alzaron la voz en contra, y, sin embargo, se hizo todo igualmente (y sin embargo, yo estoy convencido de que siempre hay que luchar por aquello en lo que se cree). Con todo, no deja de ser necesario rebelarse contra la barbaridad que supondrá la aquello que llaman «restauración», pero que no supone más que la destrucción del palacio de Felipe IV, además de una completa falta de respeto a su evolución histórica.

Ya en su momento, critiqué ferozmente (en un artículo como este que recomiendo leer) los distintos proyectos de los estudios de arquitectura que se habían presentado, a mi parecer, todos insultantes e inadmisibles; y si bien el que se eligió finalmente (de Norman Foster y Carlos Rubio) era el ejemplo perfecto de ese refrán que dice «en el país de los ciegos el tuerto es el Rey», continuaba siendo repulsivo; así, los arquitectuchos han decidido deshacerse de una fachada entera, de todo el tejado, alterar toda la distribución interna del edificio (no vaya a ser que no se encuentre con facilidad la tienda, las taquillas o la cafetería, lo único que parece importarle al museo)… etc. ¿Y todo esto para qué?, ¿para qué se van a gastar más de 300 millones de euros? pues, al parecer, ni siquiera para reconstruir el Salón de Reinos (lo más lógico y legítimo, sobre todo sabiendo que el propio Prado cuenta con todos o la mayoría de los cuadros que fueron pensados para estar allí, especialmente cuando tal palacio tenía una importante función de pinacoteca para Felipe IV que antecede claramente al propio Prado -aunque este, como se ha dicho, se deba integramente al reformismo ilustrado de la dinastía Borbón, y concretamente a Fernando VII-), idea que una serie de críticos palurdos han tachado de desmesurada y excesiva; junto a otros que no consideran que se deban separar los cuadros de Velázquez… pretendiendo ser más papistas que el Papa, puesto que el propio artista pintó esas obras pensando en a dónde irían destinadas, lo mismo que su encargante… de modo que ni siquiera el argumento de la cuestión didáctica es válido, ya que la mejor manera de entender y aprender sobre el pintor es apreciando su obra en el contexto para el que la pensó y trabajó….

Así, muy por el contrario a lo que sería lógico, los españoles vamos a gastar esa millonada para que el Prado tenga otro ridículo sitio más para exposiciones temporales (lo que hace que formulemos la cruel pregunta de ¿entonces para qué se gastó antes otro dineral -de, repito porque es importante recordarlo, el dinero público, nuestro dinero- en la ampliación de Moneo?, ¿qué sentido tiene esta ahora?, ¿quedará de adorno?), o para albergar otros cuadros de la colección que nada tengan que ver con el lugar donde están (lo ridículo que es esto ni me molesto en comentarlo); o quién sabe, después de la tontería de pretender albergar allí al «Guernica» (al que se separaría de los otros cuadros de Picasso en el Reina Sofía, aunque eso no lo tuvieron en cuenta… tampoco si se planteara, como se hizo, meter allí otra obra de Goya… etc), tal vez decidan hacer la instalación más grotesca imaginable de arte contemporáneo… aunque bueno, hasta se ha hablado de un lugar para exposición de fotografías (prefiero ni hablar de semejante idiotez de posibilidad) o, aún más humillante, ¡para contar la propia historia del museo! (¡en el Palacio que, en muchos aspectos, es la génesis no reconocida de este!, ¡es el colmo de la desvergüenza y vejación hacia este Real Sitio!)… en definitiva, que, lo mires como lo mires, nada puede ser peor para el Salón de Reinos (en realidad, para el Palacio Real del Buen Retiro en general) que caer en las garras, bajo el poder y dominio, del depredador Museo del Prado (aunque, visto lo visto, para cualquiera que se le ponga minimamente a tiro).

Pero en Universo de A siempre se ha pensado que las críticas sin propuesta de solución de nada sirven, y esto es lo que se propone desde aquí: una vez libres del antiguo Museo de artillería, a posteriori del ejército («libres» entrecomillado, pues ha supuesto una gran pérdida para la ciudad quedarse sin ese museo decimonónico, contenedor de grandes -incluso míticas- piezas… aunque es muy difícil criticar su nueva ubicación, el alcázar de Toledo, lugar y ciudad incuestionablemente ligados a la historia militar, y, aunque tenga actualmente una museología caótica, por situación, tal ubicación es sin duda apropiada e incluso mejor que donde estuvo); incuestionablemente, el Salón de Reinos fue, y es, parte de un Palacio Real, como también es el caso del llamado Casón del Buen Retiro, de modo que, lo más lógico es que ambos no formen parte del Prado, sino de Patrimonio Nacional (la institución que gestiona los bienes de la Corona, y en general, todos los Reales Sitios y Patronatos), que los dos edificios sean restaurados como los restos que quedan del importante conjunto palaciego que fueron (pero siempre respetando todas las intervenciones posteriores, que también forman parte de la arquitectura -y, por supuesto, limitando al máximo, o directamente excluyendo por completo, los divismos, el ego de los arquitectos actuales y su obsesión por emponzoñarlo todo con su huella-), y que se distingan y realcen precisamente por eso, como ejemplo, monumento perfecto a esa etapa de nuestra historia (quizás incluyendo San Jerónimo el Real, del cual partieron), la de la Monarquía de los últimos Austrias, especialmente de Felipe IV, el Rey planeta y la riqueza cultural que supuso el siglo de oro español, incluso a nivel universal (todas ellas, cuestiones que el Prado ha decidido obviar, ignorar o directamente despreciar… algo totalmente imperdonable, para cualquier institución cultural, y no digamos para una de tal nivel como esa). Sobra decir que, según esta propuesta, la principal pinacoteca debería ceder las obras correspondientes para la reconstrucción de los espacios históricos lo más fielmente posible; cosa que tendría que hacer, ya simplemente por nobleza moral o aunque sólo fuera por el recuerdo de que, sin la Monarquía y los espacios que construyó para albergar las obras que hoy poseen, no tendrían nada que custodiar. Hablando claro: se lo deben, tienen esa deuda con el antiguo Real Sitio. Esto, sinceramente se cree en Universo de A que es lo mejor que le podría pasar a lo poco que queda del Palacio Real del Buen Retiro… porque con lo que le van a hacer, hasta sin ese poco nos vamos a quedar, y como queda dicho, en el peligroso depredador que es el Museo del Prado, no podemos confiar en absoluto.

 

Museo Thyssen-Bornemisza

ALERTA: La tradicional incompetencia, inutilidad, impertinencia y mala educación de a quienes se subcontrata para trabajar en este museo sigue siendo épica (ya hay tantos precedentes de su incapacidad para hacer su labor, que se están volviendo tan incontables como vergonzosos).

Desde luego, es innegable que es un problema el que el museo delegue tal cosa en esas empresas de recursos humanos que sólo son un intermediario que roba a ambas partes (sobre todo al trabajador, pero también a quién recurre a sus servicios, y dado que el museo lo pagamos todos, pues, en consecuencia, nos hurtan a todos) y que siempre son incapaces de escoger a una persona mínimamente apta; al fin y al cabo, ¿cómo se puede esperar que lo hagan, llevando tantos procesos como llevan, con necesidades tan distintas (e incluso opuestas) y en sectores de los que no saben nada? es lógico y obvio: nada bueno puede salir de tal cosa. Pero prometen lo económico. Y así la administración pública (y otros muchos) cae, olvidando, precisamente, que lo barato sale caro, y que de ese modo perdemos todos.

Así, durante mi visita al museo, me fue casi imposible leer una sola cartela o texto de sala, y para hacerlo, tuve que hacer ejercicio de una concentración enorme, porque las salas parecían un bazar árabe, y la propia Puerta del sol envidiaría el ruido y el bullicio que había en la exposición temporal, donde la gente ni se molestaba en hablar disimuladamente por lo bajo, sino que gritaba directamente. Mientras, los vigilantes de sala, se dedicaban a hacer el vago o hablar entre sí, y de vez en cuando daban algún paseo, ni siquiera por el qué dirán o para que pareciese que merecían que se les pagase algo, sino por el simple deseo de estirar las piernas.

Aunque estaba perfectamente permitido sacar fotos o vídeos a las obras (excepto casos muy concretos señalados en la cartela); alguna que otra persona tuvo que aguantar los improperios y la grosería de más de un vigilante de sala de mal humor que tenía ganas de cargar contra un pobre visitante que sólo quería tener un recuerdo o compartir su experiencia en las redes sociales; al cual tuvo el descaro de decirle que no hablase en un vídeo que estaba grabando delante de una obra, mientras se oía a una señora al fondo contando a gritos la operación que había tenido hace un mes; o le mentía diciendo que no se podían hacer vídeos, cuando a apenas tres metros otro señor tenía el descaro de hacer fotos con flash… no obstante, diré que uno de los casos que vi, tenía que ver con que claramente la persona a la que se persiguió y atacó repetidamente, pertenecía a un colectivo desfavorecido muy concreto, y con seguridad se trataba de un caso de acoso, discriminación y marginación, lo que hace el asunto incluso más grave; pues ello demuestra que el museo concuerda oficialmente con ese tipo de actitudes al permitírselas, sin consecuencias, a quienes trabajan allí… pero lo dicho, dado que las salas, debido al comportamiento de la gente, ya parecían de una institución tercermundista, ¿qué más se puede decir?… en fin, qué poca vergüenza.

Indudablemente, es indispensable despedir a esa gentuza (porque yo siempre diré lo mismo: si se pretende levantar a este país, lo primero es dejar de premiar la incompetencia -y haciendo eso se resuelven todos los problemas por sí solos, ¿pues no es acaso negligencia lo que vemos continuamente en política?, ¿y cómo nos vamos a quejar, si todo eso sale de las bases de nuestra sociedad? por eso es tan importante condenar y remediar la ineptitud-; y es que, es imprescindible instituir el concepto de que, por un vago o nulo que despides -el cual usurpa un puesto que no le corresponde, porque no es competente para él-, millones de personas válidas reciben la oportunidad que necesitan y merecen), pero no solo; también es necesario que el museo (y todas las empresas e instituciones en general) vuelvan a implicarse en sus procesos de selección, eliminando definitivamente al intermediario, la infame y siempre incapaz empresa de recursos humanos, origen, en realidad, fondo y superficie, de toda la ineficacia… al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar de unos inhábiles sino que contraten a otros iguales? pues eso.

Sin embargo, ante casos intolerables como estes, ¿qué podemos hacer los visitantes, los ciudadanos que estamos pagando estas ofensas? pues indudablemente no quedarnos callados: debemos quejarnos por escrito por los medios oficiales, también difundirlo públicamente a través de internet y redes sociales; porque siempre hay que dejar testimonio, ya que si no, difícilmente habrá optimización alguna. Y cuántos más lo hagamos, mejor haremos este país y el mundo en general. Yo, personalmente, lo considero un deber moral y cívico.

Más cerca: El Thyssen trae a un Magritte que va más allá de los iconos |  RTVE Play

-LA MÁQUINA MAGRITTE: todos sabemos que los museos (como tantas otras organizaciones, públicas o privadas) llevan una racha muy mala desde que comenzó la pandemia… pero el Thyssen parece haber querido coger el toro por los cuernos y ha optado por recuperarse sí o sí; así que ha decidido hacerlo con una apuesta ganadora: algo extremadamente comercial, muy visual, insertado en la cultura popular, fácilmente reconocible, y no necesariamente muy intelectual (acordémonos, por ejemplo, de cómo fue usado en la exitosa serie «Mujeres desesperadas», lo cual analicé en su momento); pero, sobre todo y ante todo, que asegure venta de entradas a la exposición, además de una buena caja en las tiendas, con una mercadotecnia exagerada (no hay que dejar de pararse en la tienda al final de la visita, es el desafío o provocación definitiva de la culminación de lo surrealista -cuál si fuese una instalación artística contemporánea hecha ex profeso-: no sé que es más escandaloso, si la profanación y prostitución de Magritte; o los precios tan exagerados y abusivos que son de reír por no llorar: ¡casi 100€ por una funda de cojín!, ¡más de 70€ por una tabla de cocina o de 30€ por una pequeña bandeja!) con la que no se sabe muy bien qué se vende, si un objeto, o el buen nombre del museo y el propio prestigio del arte… pero mejor no encaminarse a esas reflexiones sobre lo sucio de la comercialización del arte (al fin y al cabo, se permiten hacer fotos y vídeos en la exposición -y todos sabemos el inmundo negocio que ha llegado a haber, y que sigue habiendo en algunas instituciones museísticas, con el copyright de las obras- , y eso ya es algo… a menos claro, que te encuentres a más de un vigilante de sala ignorante, embustero y metomentodo que afirma, cuando sabemos que no es así, lo contrario… aunque, al tema de la incompetencia de estas personas ya he dedicado suficientes párrafos arriba, que ruego leer con atención), y más en instituciones públicas con la eterna y descarada excusa de lo caro de su mantenimiento….

Sea como sea, y enfocándonos en la cuestión turística, lo cierto es que el Museo Thyssen ha conseguido la que sin duda será una de las grandes sensaciones (quizás «la» gran sensación) por excelencia de la vida cultural de Madrid de esta temporada; y no se le puede negar que con méritos (si, repito, no la hunden antes, con contumacia los vigilantes de sala incompetentes que tan erroneamente han sido contratados y que impiden, a todas luces, disfrutar de la experiencia).

De todos modos, la llamada al público ha dado incuestionablemente resultado: las antes colas vacías, vuelven a estar llenas hasta arriba y dando vueltas; además, los viejos (y terribles) horarios de ingreso a la muestra, emplazados muchas horas después de la compra, vuelven a estar plena (y espantosamente) vigentes… sin duda, señales de la recuperación de la salud del museo y de la definitiva vuelta a la normalidad (eso siempre y cuando la comentada mala educación de los subcontratados no acabe expulsando definitivamente al público)… para bien o para mal (no negaré que los amantes de los museos teníamos un sentimiento agridulce al ver estos vacíos: por una parte, era más fácil la visita… pero también sentías pena al ver el lugar abandonado de público, y eras consciente de lo malo que era eso… así por ejemplo, cuando viví en Nápoles, era facilísimo conseguir entrada para cualquier cosa -incluso la más espectacular imaginable-, y era maravilloso… pero también entendías, y eso dolía, que ello se debía a la falta de interés por la vida cultural de muchos habitantes de la ciudad o la pereza de cara a organizarse en ese aspecto; de hecho, en el trabajo, cuando sabían de mis andanzas, los napolitanos siempre me preguntaban: «¿pero tú cómo te enteras de las cosas?», entendiéndose así, que no existía costumbre de crear una agenda en ese aspecto).

En cualquier caso, hay que reconocer que la exposición vale el esfuerzo, bien es cierto que no se trata de la primera retrospectiva de Magritte (el honor de hacer eso lo ostenta la Fundación March… pero ¡ay, como ha decaído a nivel expositivo desde entonces!), pero sin duda puede entrar en el libro de honor.

Es verdad que, a nivel de montaje, para ser una exposición del tipo que es, comete el error de no ser cronológica y optar por el orden temático (tan excesivamente querido del Thyssen, que lleva bastante tiempo aburriéndonos y resultando una equivocación en demasiadas ocasiones), pero la realidad es que lo que todo lo que se exhibe tiene tal interés y calidad que te olvidas del resto, y es que la selección de obras es magnífica (además de una oportunidad única, muchas han venido de colecciones privadas).

Pero, por lo demás, el montaje es el típico y cargante del museo, sin ninguna novedad, y las que hay, malas: como unas insulsas paredes grises que parecen gritarles a los cuadros que les presten algo de color; en lo que respecta a los textos de sala y las cartelas, o dicen obviedades que se perciben a simple vista, o introducen reflexiones personales que no vienen a cuento; por lo que nada de lo que se puede leer tiene ningún interés ni se puede aprender nada de ello (también, como comentaba arriba, sería difícil hacerlo, pues el ruido en las salas es tal que, hasta leyendo en voz baja, costaría oírse a uno mismo); y, como ya digo, no existe ningún tipo de aproximación biográfica al artista, como máximo alguna que otra consideración superficial que hasta el más lego en la materia puede sacar con solo mirar los cuadros. No se quedan ahí solo los yerros, pues no tiene justificación posible el que se montara otra parte de la exposición en una zona totalmente distinta que muchos se perderán por no saber ni que existe (al menos ahí es gratuita)… y la idea un mayor cambio de formato (no hay que perderse los videos personales de Magritte y su familia, hay que tener paciencia, pero al cabo, resultan de lo más interesantes y reveladores a nivel artístico y de los modos surrealistas) no es justificación para tal ubicación, puesto que también hay fotos dentro de la zona principal de la muestra… lo dicho, quien se haya ocupado de comisariar esta exposición no ha dado una a derechas.

Pero, y aún a pesar de todo lo anterior, la realidad es que «La máquina Magritte» es una exposición absoluta e incontestablemente imprescindible; no sólo porque estemos hablando de uno de los grandes y más influyentes artistas del siglo XX, que no es tan habitual ver en nuestros museos; sino, porque, como ya digo, las obras que se han traído son absolutamente sublimes y realmente permiten ver al gran genio que hay detrás; y de eso, por tu cuenta, sí que puedes aprender mucho; de hecho, a mí en particular, me fascinó su ingenio e inteligente, refinado sentido del humor; y por supuesto, siendo más tópico, su capacidad para la sorpresa además de lo inesperado, o ese especial don que tienen los artistas para apreciar algo que está a los ojos de todos, pero que, en realidad y en el fondo, nadie ha visto realmente.

Aunque, como todo en el arte es para gustos: mientras yo quedaba totalmente cautivado y fascinado (cuando no estaba oyendo las impertinencias de algún vigilante de sala, que se deben haber creído que el museo es suyo), en cambio, otra señora pasaba y decía, literalmente, que «no me gusta nada, nada, nada de lo que veo», y otro señor afirmaba que aquello era una tomadura de pelo… sin embargo, igualmente, creo que también a ellos de algún modo les benefició la exposición, puesto que en el arte lo malo no es tanto el rechazo, sino la indiferencia.

Comentar también, que el museo ha decidido enchufar (no se puede explicar de otro modo sino su participación, y, con toda seguridad, cobro de sumas escandalosas -que les pagamos todos-) a unos supuestos pseudoartistas autodenominados «Overture», que han hecho una especie de intento de arte sonoro surrealista, o, según sus propias palabras, una audioguía alternativa para la exposición. La idea como tal, no es mala (es decir, la de crear un ambiente sonoro surrealista que acompañe la visita, de hecho, de haberse hecho bien, podría haber sido genial para introducirte aún más en el mundo de Magritte), pero se ha desarrollado y realizado tan extremadamente mal… que el resultado es que, en el mejor de los casos, da risa, y en el peor, piensas que es una auténtica gilipollez. Para colmo, el producto final es terriblemente incómodo, pues está tan lleno de palabras que difícilmente podrás concentrarte en nada de lo que ves o tendrías que leer en la propia exposición… claramente, quienes han hecho esto han ido a hacer su proyecto (metiendo algunos conceptos de la exposición, aunque sólo sea por el qué dirán y para poder cobrar) y han sido incapaces de entender cuál era la misión de aquello que tenían que crear y su funcionalidad última… y si lo habían entendido, peor me lo pones porque han demostrado una absoluta incapacidad para hacer su trabajo; en definitiva, unos audios irrisorios, ridículos, tontos… ¡que encima pretenden vender como CD en la tienda! (que no creo que ni sus padres se lo compraran). En cualquier caso, como ya he dicho, para intervención artística e irónica sobre la exposición (aunque sea de modo involuntario), ya tenemos la propia tienda de esta….

En definitiva, si conseguís evitar a los vigilantes de sala incompetentes, gandules y groseros (tarea difícil, lo advierto); de un modo u otro, estoy convencido de que la visita a esta exposición os resultará de lo más productiva (especialmente a nivel artístico); y yo me reitero, no puedo calificarla de otro modo que como un absoluto y legítimo imprescindible de la temporada (de esta, y si me apuras, de cualquiera), pues lo que se ve es totalmente magnífico… simplemente, hay que ir (y de darse el caso, poner una queja contra el vigilante de sala incompetente de turno, y así de paso, hacer una buena obra por una persona válida desempleada que tanto necesita el trabajo).

 

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