Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor de Borbón

Con total seguridad, después de una Proclamación Real, el siguiente acto en importancia, a todos los niveles (histórico, institucional… etc) es la Jura del heredero, es decir, de quien ostenta el Principado de Asturias; tanto para la Corona como para el propio Reino de España.

Una vez más, he tenido la suerte y el privilegio de vivir otro hecho histórico en directo… por lo que quería reflejar eso dejando algo publicado al respecto en el día de hoy; no me extenderé más inmediatamente, pero en un futuro próximo, espero ampliar muy considerablemente este artículo, con información, espero, variada e interesante.

En cualquier caso:

¡VIVA LA PRINCESA DE ASTURIAS DOÑA LEONOR!, ¡VIVA EL REY!, ¡VIVA LA FAMILIA REAL ESPAÑOLA!, ¡VIVA SIEMPRE LA MONARQUÍA!, ¡Y VIVA EL REINO DE ESPAÑA!.

Recordando, y confrontando, experiencias inmediatas anteriores

Es inevitable establecer comparaciones con casos pasados, aunque sólo sea porque, como dice el proverbio, la experiencia es la madre de la ciencia, sin embargo, debo decir que en esta ocasión no me sirvió de mucho de cara a mi propia planificación para asistir al evento, pues, sorprendentemente, en la Jura de doña Leonor como Princesa de Asturias, todo se hizo de modo diferente a cómo se había venido haciendo.

En primer lugar aclarar cuáles son mis referencias pasadas, que utilicé para prever y planificar lo que iba a pasar: la Boda Real, la Proclamación Real o la primera Sesión Solemne de Apertura de las Cortes Generales del Reino de España de don Felipe VI como Rey… todos estos actos tuvieron una serie de cosas en común, como recorridos similares que optaban por calles amplias como el Paseo del Prado, Alcalá o Gran Vía; evitando meterse demasiado en el Madrid de los Austrias, tal vez por supersticiosa precaución (grabado está en la memoria el atentado contra Alfonso XIII en la calle Mayor), aunque, a todas luces, sea un trayecto más directo.

Sin embargo, como ya dije, esta vez mi experiencia no iba a servir de nada, pues se hicieron cambios contra todo pronóstico.

También hay que decir que no hubo el más mínimo esfuerzo por parte de las instituciones nacionales en que la Jura de la Princesa fuera un baño de multitudes (no así las autonómicas y locales que se volcaron totalmente con el evento histórico); bien es cierto que las Sesiones Solemnes de Apertura de las Cortes Generales del Reino de España (como otros interesantes ceremoniales de la Monarquía Española, por ejemplo, las Cartas Credenciales) suelen pasar altamente desapercibidas (al contrario que en otras Monarquías, como el Reino Unido, dónde se sacan las más espectaculares joyas de la Corona, vestuario, y carrozas con lo cual deslumbran al mundo entero, se convierten en noticia y dan una gran imagen de su país); pero no se puede negar que, incluso dentro lo que cabe en España (un país -en tiempos contemporáneos, en el pasado fue otra cosa- poco dado a los grandes fastos institucionales, que además, cuando se hacen, casi siempre es de espaldas a la ciudadanía y sin incluirla), a este hecho histórico no se le ha dado la relevancia suficiente de modo oficial en muchos aspectos.

Para empezar, se hizo en un día absolutamente laborable, cosa que, teniendo en cuenta la inmensa importancia del acto, debería haber sido dado como festivo nacional por el Gobierno, remarcando la excepcionalidad de la cuestión, como por otra parte, la tradición indicaría (en definitiva, no me parece válido el argumento de que hubo que hacerlo en ese día porque era el cumpleaños de Su Alteza y no estaba nombrado como día de fiesta). No olvidemos que tanto la Boda Real como la Proclamación Real (al menos la segunda, con total seguridad) fueron realizadas en días no lectivos, permitiendo a todo el mundo acudir a disfrutarlo o verlo en medios. La falta de justificación de esto, aumenta si tenemos en cuenta que, en los precedentes anteriormente mencionados, apenas pasó tiempo entre cuando se anunciaron los actos a cuando se organizaron (en el caso de la llegada al trono de Su Majestad don Felipe VI, sucedió apenas unas pocas semanas después del anuncio de la inesperada abdicación del actual Rey Padre don Juan Carlos I; y en el caso del matrimonio real, incluso surgieron acontecimientos terribles impredecibles como el atentado terrorista de Atocha; por poner un par de ejemplos), mientras que en esta ocasión, hubo meses enteros para disponerlo todo; y lo que es más importante, para informar a la población sobre ello adecuadamente, cosa que sí se hizo en las ocasiones anteriores (aunque fuera a trompicones); de hecho, posiblemente, esto último sea lo más inexcusable, puesto que apenas salió información pocos días antes, y por no saber, ni siquiera supimos el recorrido que se haría.

Así pues, es importante decir que, como en las veces anteriores, todo el que estaba allí era porque quería apoyar a la Monarquía; no por casualidad o curiosidad; ya que, una vez más, se pusieron todas las trabas posibles, mediante un dispositivo de seguridad sobredimensionado y exagerado; de modo que era un reto conseguir, simplemente estar y formar parte del día histórico. Hablando claro: nadie simplemente pasaba por allí, pero nadie. Tal vez ello tenga que ver con la mayor lejanía que cada vez más imponen los políticos españoles sea por una razón u otra (lo cual, lo mires como lo mires, no es muy democrático que digamos, y no sólo a nivel simbólico); de hecho, donde más numerosa y agresiva era la presencia de las fuerzas del orden, no era en ninguno de los otros sitios claves del día, sino en el Congreso de los Diputados.

Por otro lado, sí estoy convencido de que las instituciones locales y regionales gestionaron mejor el asunto, de hecho, mucho más convenientemente incluso que los que les precedieron, aún a pesar de ser del mismo bando político.

Así, sin duda fue un acierto por parte de la Comunidad autónoma de Madrid poner dos grandes pantallas en frente de su sede que retransmitían la señal televisiva, y, cuando no había esta, un acertado fondo con el que hacerse fotografías para conmemorar el histórico día; es más, sin duda la presidenta consiguió convertir la Puerta del Sol en el epicentro de todo gracias a esto, a lo cual ayudó mucho el hecho de que el cortejo, imprevisiblemente (como ya he dicho), pasase por allí, de modo que no era sólo quedarse mirando una pantalla (como estarías en casa pero en vez de eso, al frío aire libre del otoño madrileño, aunque arropado por el calor de una multitud entusiasmada y abanderada), sino que había una doble oportunidad de formar parte del evento histórico y en una zona central desde la que poder desplazarse de un lado a otro. Además, su idea de los pasteles, repartidos por la oficina de turismo de la Comunidad (lo que es un inteligente modo de promocionar esta, por otra parte), con la enseña nacional, funcionó más como abstracción que como acción práctica como se verá; con todo debe alabarse la iniciativa… porque, como ya digo, en casos pasados, lo máximo que me acuerdo que se hiciera, fue poner algo de decoración, en el caso de la Proclamación Real en particular, recuerdo una fotografía gigante de los actuales Reyes, pero ninguna otra cosa. Tampoco estoy seguro de que esta institución regional pueda hacer mucho más, porque, al final la ciudad es competencia de otros….

No obstante, por suerte, más tremendamente certero estuvo el Ayuntamiento de Madrid, que fue mucho más lejos: por supuesto, mantuvo lo que habían hecho sus predecesores de consagrar las pantallas de Callao a la retransmisión de los actos (aunque montar unas en sitios más apropiados –como cerca del Congreso o el Palacio Real- hubiera sido mejor, como hizo la Comunidad); también devolvió la música a la vía pública como se había hecho en la Boda Real (pero mejorándolo mucho, como ya explicaré); mas, y en esto el actual alcalde estuvo mucho más acertado que sus predecesores, sobre todo, supo engalanar mejor, más inteligente y apropiadamente las calles; me explico: cuando fue el matrimonio del entonces Príncipe, la decoración elegida estuvo poco relacionada, era demasiado simbólica y abstracta (además de sin apenas emblemas claramente relacionados con la Monarquía Española); al llegar la Proclamación Real, aunque mejoraba en el punto de remarcar el concepto de celebración nacional, es difícil negar que careció de imaginación y creatividad: lo único que se hizo fue vestirlo todo con la bandera de España (¡pero sin escudo, su elemento más visiblemente vinculado con la Corona!)… en definitiva que (y más si la comparamos con casos similares en otros países) la ornamentación, en los casos mencionados, ha carecido del punto monárquico necesario para que tuviera ese algo más, para darle el toque especial que hiciese que la recordásemos siempre, esa magia diferencial que hace que sepas que estás ante un momento único, especial, en definitiva: histórico. Por tanto, lo dicho, no se puede hacer algo genérico que parezca que se pueda reciclar para otro evento, y eso, me temo, es lo que se había visto en lo anteriormente comentado. Por ello, repito, no puedo dejar de alabar el buen tino y criterio del actual alcalde en su engalamiento de la ciudad; así, este optó por seguir las tradiciones en este aspecto (tanto nacionales como internacionales), y convirtió en protagonista a quién realmente lo es: la Princesa; de ese modo, la ciudad se llenó con la imagen de su, por otro lado, bello rostro, y también de su blasón; no descuidándose, por otro lado, tampoco la exhibición de otros símbolos nacionales, como la bandera (esta vez sí, con escudo), creando un acompañamiento perfecto.

Sea como sea, tanto los poderes autonómicos como locales, como se seguirá viendo y analizando, realmente quisieron implicar a la gente, pero sobre todo, y esto es lo mejor, que esta fuese algo más que mera figuración (cosa que se agradece, en el pasado se nos decía que nos echásemos a las calles, pero sin darnos ninguna facilidad ni aliciente extra para ello) en la Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor, para así terminar por convertir esta en una celebración para todos y no meramente oficial y/o institucional… además, por supuesto, como no se podía esperar menos de tal fiesta, se repartieron banderitas (especialmente buenas y bonitas en esta ocasión).

En cualquier caso, no sólo debe destacarse lo público, pues también el sector privado quiso apoyar a doña Leonor en su gran día, de distintos modos, como también hicieron, por otro lado, con la Proclamación Real de don Felipe VI; así, por ejemplo, los restaurantes y tabernas centenarios de Madrid, si en el segundo acto histórico mencionado lucieron carteles de apoyo a la Monarquía y al nuevo Rey; en el primero, por su parte, optaron por ir más allá, y a la decoración sumaron aperitivos adornados con la enseña nacional, entre otros motivos patrióticos/monárquicos. No se quedaron atrás las pastelerías con solera, que diseñaron dulces específicamente para la ocasión (algunos de los cuales fueron distribuidos gratuitamente por la oficina de turismo de la Comunidad de Madrid… lamentablemente, en una pésima –hay que reconocerlo- previsión de los acontecimientos, se agotaron en tiempo record).

Aunque la contribución particular más destacable al evento, desde mi punto de vista, fue la de la cadena de tiendas Madrid souvenirs, presente en buena parte del centro de la capital del Reino, que, una vez más, al igual que hicieron con la Proclamación Real (de esta, se recuperaron claramente algunos objetos para darles nueva salida… pero está claro que no debieron ser muchos, por varias razones: la primera, que yo no encontré algunos que me arrepentí de no haber comprado en su momento; la segunda, que en aquella época, muchas otras tiendas, viendo el éxito de la iniciativa, copiaron el modelo y también vendieron recuerdos de estas características; y la tercera, que si no hubiese salido bien la primera vez, o fuese un absoluto fiasco, no se hubiese repetido una segunda, y claramente se ha hecho –y más mérito tiene tratándose, repito, de una inversión de un particular-) fueron punteros sacando ex profeso artículos conmemorativos específicos de la Jura de la Princesa de Asturias; lo que yo considero que es una de las mejores cosas que se hicieron a nivel privado, no sólo porque también se hace en otras Monarquías con gran éxito (y beneficio, sólo hay que ver el Reino Unido… al fin y al cabo, ¿qué sería de esta isla, quién le daría mayor importancia, si no fuera por su Familia Real, y el interés que despiertan a nivel internacional, especialmente por la espectacularidad de sus ceremonias?), sino porque permite a todo el mundo obtener un recuerdo muy tangible del día (con imagen, fecha… etc), además de objetos de uso práctico con los que manifestar clara y públicamente el apoyo a la Corona. Y en cualquier caso se convierten en un detalle muy apreciable en las tiendas, que hacen que el día sea aún más especial y memorable. Es por tanto, sin duda alguna, una iniciativa tan emprendedora como loable.

Pero no sólo las empresas se animaron a participar, también asociaciones civiles (cosa que en la Proclamación de Su Majestad el Rey no sucedió tan públicamente, creo recordar que el Casino de Madrid organizó algo, pero se quedó en su ámbito) como Concordia Real Española quisieron volcarse repartiendo banderas gratuitamente, en mi opinión mejores que las mencionadas en párrafos anteriores, pues no eran simplemente la enseña nacional, sino que eran específicas del acto histórico que se celebraba: en ellas constaba la fecha, el evento y el blasón de la heredera de la Corona… en definitiva, una maravilla que guardar toda la vida, de los mejores objetos conmemorativos que se pueden conseguir, porque no sólo te acompaña en el gran momento, sino que luego, puedes depositar tu buen recuerdo en ello (aunque, desgraciadamente, yo no me pude hacer con una).  

Concluyendo, que, como se ve, en ciertos aspectos importantes se aprecian mejoras y una evolución positiva en las celebraciones monárquicas del Reino de España, ¡y ojalá que vayan a más!.

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