Salvador Dalí

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El ilustrísimo (nunca mejor dicho) 1er y único (una vez más, nunca mejor dicho) Marqués Dalí de Púbol, Salvador Dalí; como persona, produce a la gran mayoría sentimientos tan contradictorios y de extrañeza como los que provoca su propia obra. No es para menos, aunque yo creo tener la explicación a ello… que daré dentro del apartado del porqué lo considero uno de mis «Grandes personajes».

Por supuesto, Dalí y especialmente su obra, son tan icónicos (en los últimos tiempos, gracias a una serie de inexplicable éxito internacional de la plataforma Netflix, titulada «La casa de papel») que son parte de la cultura popular (lo que es todo un mérito que no necesariamente muchos de los más grandes artistas de la historia del arte han alcanzado), y por tanto, son reconocidos inmediatamente (aunque muchos no sepan decir exactamente quién, qué es, o tengan muy pocos datos, pero, en cualquier caso, lo reconocen de inmediato). En mi caso particular, como todos, ya tenía nociones de quién era, pero eso muchas veces no es suficiente, tiene que llegar el momento revelador, la chispa que encienda la llama… y esa para mí, fue la exposición de hace unos años del Museo Reina Sofía. Salí completamente enamorado, deslumbrado… y así sigue siendo (la explicación, abajo en el apartado correspondiente).

 

Introducción biográfica

Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech,1​ marqués de Dalí de Púbol (Figueras, 11 de mayo de 1904-ibídem, 23 de enero de 1989), fue un pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español del siglo XX. Se le considera uno de los máximos representantes del surrealismo.

Salvador Dalí es conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas. Sus habilidades pictóricas se suelen atribuir a la influencia y admiración por el arte renacentista. También fue un experto dibujante. Los recursos plásticos dalinianos también abordaron el cine, la escultura y la fotografía, lo cual le condujo a numerosas colaboraciones con otros artistas audiovisuales. Tuvo la capacidad de acrisolar un estilo genuinamente personal y palpable al primer contacto, que en realidad era muy ecléctico y que «succionó» de innovaciones ajenas. Una de sus pinturas más célebres es La persistencia de la memoria, realizada en 1931.

Como artista extremadamente imaginativo, manifestó una notable tendencia al narcisismo y la megalomanía, cuyo objeto era atraer la atención pública. Esta conducta irritaba a quienes apreciaban su arte y justificaba a sus críticos, que rechazaban sus conductas excéntricas como un reclamo publicitario ocasionalmente más llamativo que su producción artística. Dalí atribuía su «amor por todo lo que es dorado y resulta excesivo, su pasión por el lujo y su amor por la moda oriental» a un autoproclamado «linaje arábigo»,​ que remontaba sus raíces a los tiempos de la dominación árabe de la península ibérica.

 

Es uno de mis «Grandes Personajes» porque…

sobre todo, porque era una obra de arte por sí mismo. Si Dalí no hubiese pintado ni un sólo cuadro en toda su vida o no hubiese realizado ninguna otra obra de arte, su sola persona, con todas las cosas que hacía (más tarde llamado performances y flashmobs… y que hoy día hacen muchos artistas creyéndose el colmo de la modernidad) sería por sí misma, con todo mérito, una obra de arte.

Hay muchos que consideran que, en realidad, lo que tenía era mucho cuento, y que sólo intentaba llamar la atención continuamente, que todo era una brillante campaña comercial… etc; pero yo no podría estar más en desacuerdo; sí, cierto, supo venderse, pero en esa cuestión la que realmente manejó todo fue su mujer Gala (si uno analiza a la mayor parte de las grandes mentalidades artísticas, lo cierto es que la mayoría necesitaron a alguien que les gestionase la parte práctica de su vida)… él como máximo, hacía o potenciaba una sobreactuación de sí mismo; porque es innegable que una personalidad y maneras como las que él poseía, no pueden fingirse, no pueden crearse de la nada, hay que tenerlas antes.

En su caso fue especialmente notorio: Dalí fue, como mínimo, un infante muy especial al que le costaba hacer las cosas más cotidianas. La verdad es que no encajaba nada bien en su familia, con un respetable y estricto padre notario; así que sería su madre la que le ayudaría a guiarlo (pero moriría demasiado pronto, en su adolescencia). Ya de pequeño, demostró que tenía un gran mundo interior, al verse como la reencarnación de su hermano mayor muerto (mitología personal que exploraría toda su vida).

Aunque hace sus pinitos en las provincias españolas de Cataluña (a través de exposiciones y actividades culturales locales), y es allí dónde comienzan a recomendarle que estudie arte, lo cierto es que sería en Madrid, la capital de su país, dónde se desarrolla, en todos los aspectos, el artista que hoy conocemos. No sólo a través de la formación oficial en la Real academia de bellas artes de san Fernando (que él, como todos los grandes genios en lo que respecta a la educación oficial, despreció), sino sobre todo, a través de la que él mismo adquirió por su cuenta e interés propio en la cultura (como suele suceder en estos casos); pero también a través del contacto, en la Residencia de estudiantes, con los que se convertirían en artistas de primer nivel en los siguientes años: Federico García Lorca, Luis Buñuel, Maruja Mallo… etc; aunque, ante todo, demostrando que no tenía ningún miedo a mostrar quién es y su verdadera personalidad en su esencia; así, da rienda suelta a su extravagancia a través de su vestuario e incluso comenzando a experimentar con lo que alcanza a saber de las vanguardias. Su famoso bigote (que a posteriori sería motivo de toda una obra artística en colaboración con el fotógrafo Philippe Halsman), aparece en esa época (inspirado en Velázquez, al parecer).

Pero no se queda ahí, pues es entonces cuando ya empieza a ser consciente de quién es y de qué puede aportar al mundo; la prueba es que, en los exámenes finales, al ser preguntado por los profesores sobre Rafael, Dalí responde, con seguridad, que él sabe más que todos ellos del artista italiano y que no hay nadie competente allí para examinarlo… y se marcha. Verdaderamente, hace falta tener mucho valor o ser muy temerario, para hacer algo así cuando aún no eres nadie… o tal vez, ser muy consciente de quién eres realmente como para poder permitirte algo así. Por supuesto, el asunto terminó con el suspenso en el examen, y además, la expulsión de la Real academia del aún estudiante… pero uno de los futuros artistas españoles más famosos e influyentes de todos los tiempos.

¿Pero qué le importaba a él el academicismo? (nunca mejor dicho, él mismo diría muchos años después: “el surrealismo habrá servido por lo menos para dar una prueba experimental de que la total esterilidad de los intentos por automatizar han llegado demasiado lejos y han llevado a un sistema totalitario… la pereza contemporánea, y la total falta de técnica, han alcanzado su paroxismo en la significación psicológica del uso actual de la institución universitaria”), el arte ya llevaba mucho tiempo yendo por otros senderos; y él termina de confirmarlo en su visita a París, dónde conoce a Picasso (con quien siempre tuvo una relación sumamente ambivalente de amor-odio, admiración-envidia… hasta el punto de considerarlo como el único rival que podría eclipsarlo como gran artista del siglo), y sobre todo cuando entra en contacto con los surrealistas; lo que acaba culminando con su debatida participación en el corto «Un perro andaluz» o la película «La edad de oro»… lo que acabaría por costarle la amistad de Buñuel (ambos aseguraban haber hecho más que el otro y ser los auténticos autores).

Aunque no fueron sus únicos hitos en esa época, su invención del método paranoico-critico y otras cosas lo convertirían en un referente para los surrealistas.

A cambio de la pérdida de un amigo de la juventud, Gala, su musa y su todo, apareció en su vida. Esta mujer ha sido muy debatida, acerca de si sólo se aprovechó de él, que si tenía otros amantes, su materialismo y obsesión por la parte económica del arte… etc; pero lo cierto es que Gala fue el complemento perfecto para Dalí, una persona que le quería, le comprendía, le aguantaba y a la vez le fortalecía; era, de la pareja, la persona que tenía los pies en la tierra (él mismo reconocería que ella era «la única que lo salvó de la locura y de una muerte temprana»). Sí, tal vez su relación personal fuera peculiar (al parecer Dalí, debido a unas traumáticas imágenes que su padre le enseñó de niño sobre enfermedades venéreas, se vio siempre incapaz de llevar a cabo una actividad sexual común… y, supuestamente, Gala le descubriría formas de no arriesgarse a ello y sentir igualmente placer), pero necesariamente lo tenía que ser con alguien como el artista al que dedico este artículo.

En cualquier caso, cuando se conocieron la futura musa del surrealista español, estaba con otro artista, Paul Éluard, relación que terminó al conocer a Dalí, pues ambos sufrieron un flechazo. Es extremadamente difícil o arriesgado afirmar que esta relación fuese por interés, puesto que el artista español aún no estaba consagrado… pero está claro que Gala pudo atisbar la grandeza que estaba destinado a alcanzar y cómo le podía ayudar en ello.

Sin embargo, la relación con una mujer de polémico pasado y mayor que él, entre otras cosas, le costó la relación con su padre y el ser desheredado… poco importó, pocos años después, se casaría con ella.

Y, con todo, es entonces cuando empieza a pintar algunas de sus obras más famosas, que además causan sensación en EEUU, junto con el artista, que hace su primera visita.

Y es que las cosas van cada vez peor para los surrealistas, que se están vinculando políticamente más y más con la extrema izquierda… Dalí se niega a pasar por ahí y declara su apoliticismo. Muchas veces los había complacido, muchas veces se había retractado con ellos, y se había sometido a su dictamen para seguir encajando en el grupo… pero ya no más. Tal vez, se había dado cuenta de que, realmente, no le hacía ninguna falta.

Se ha debatido muchísimo acerca de las ideas políticas de Dalí, y muchos lo quieren ver como un simpatizante de la ultraderecha (por el hecho de, al final de su vida, residir en España durante el franquismo o no denunciar públicamente este tipo de sistemas); pero en mi opinión, nada más lejos: Dalí era la quintaesencia del artista, así que a él sólo le importaba verdaderamente una cosa: crear, seguir haciendo su arte, seguir siendo el objeto transmisor de este… y el contexto le importaba más bien poco. Verdaderamente, yo creo que sí era apolítico (aunque monárquico, como declaró en una ocasión, lo cual, por otro lado, no es en absoluto incompatible); y además tiene lógica, porque era un tipo de persona que sólo sabía hacer una cosa, que era hacer arte, disponía de escasas capacidades prácticas para la vida real, por tanto, no tenía ideas verdaderamente pragmáticas, y por tanto, difícilmente convicciones políticas.

Pero los surrealistas le montan un juicio, y, con André Breton a la cabeza (líder del movimiento, que tenía la absurda manía de echar a quien le daba la gana cuando le daba la gana) deciden expulsarle. La respuesta de Dalí sería muy simple: «yo soy el surrealismo»… y la confirmaría con el resto de su vida; como más tarde diría en una entrevista, él era el único y verdadero artista que quedaba del movimiento; y, sin duda alguna, hoy es el más conocido de todos ellos, y posiblemente, su icono por excelencia y la razón por la que todo ello es recordado. Una vez más, quiero recalcar, es muy de admirar la capacidad de Dalí para ser independiente y estar por encima de las opiniones de los demás, además de su capacidad para creer en sí mismo.

En cualquier caso, de nada sirven las humillaciones del resto del grupo surrealista, la obra de Dalí cada vez destaca más, aumenta su cotización, y él, como artista cada vez varía más, aumenta su imparable creatividad, y se extiende a todo tipo de campos y disciplinas (como el sofá Mae West o el teléfono langosta, por ejemplo), siendo el precedente directo de otros muchos artistas y movimientos posteriores.

Pero la segunda guerra mundial (según los totalitarismos, como todas las vanguardias, él formaba parte de un arte degenerado) le llevaría a marcharse a EEUU… y los ocho años pasados allí le llevarían a internacionalizarse definitivamente. Allí, su versatilidad es tremenda, toca todos los palos habidos y por haber, su creatividad no tiene límite: desde el escaparate de un centro comercial (que rompe al no estar de acuerdo con los cambios hechos por los propietarios) a la escritura de libros, pasando por el diseño, y, por supuesto, su maravilloso paso por el cine dónde colaboró con otros grandes creadores como Hitchcock o Walt Disney, dejando una huella indeleble y acrecentando aún más su fama y popularidad.

Mucho se ha criticado también a Dalí por esto (aunque, curiosamente, se estaba adelantando a algo que harían otros movimientos después, como el Pop-art, el cual incluso reconocería su influencia), por el hecho de crear un arte que no estuviese reducido sólo a una élite, a los poseedores de una alta cultura, sino por llevar a cabo un arte que fuese reconocido de inmediato y gustase a las masas… por supuesto, no se le acusa con estas anteriores afirmaciones, sino diciendo que sólo le importaba el dinero o que se vendía a la mínima sin problema con tal de cobrar un cheque. Tampoco lo creo, cualquiera que vea cualquiera de las creaciones más comerciales de Dalí, desde la publicidad a la ilustración, verá que hay interés en crear algo original, y que, desde luego se salen de lo convencional; y es que, otra de las cosas más admirables de Dalí es que era capaz de coger cualquier formato y darle la vuelta, retransformarlo, convertirlo en algo emocionante e inesperado.

Tras su etapa anterior, Dalí vuelve a España y se instala en la tierra que le vio crecer. Allí sigue desarrollándose, creando cosas nuevas (muchas de las cuales influirán muchísimo en movimientos y artistas posteriores), experimentando con las más variadas e inverosímiles formas de creación, cualquier cosa es buena, muchos siguen cuestionando sus elecciones, pero él hace caso omiso y revoluciona cuanto toca.

Por otra parte, ya plenamente reconocido, no deja de recibir homenajes y hasta lleva a cabo la creación de su museo teatro personal… todo lo cual, tiene su culminación absoluta de reconocimiento cuando recibe, del Rey don Juan Carlos I de España (que declaró ser admirador de su obra, tal vez por eso, el artista le regaló varias), el título de Marqués de Dalí de Pubol (como curiosidad decir que el hijo del monarca, don Felipe, muchos años más tarde, sería invitado de honor, en calidad de Príncipe de Asturias y heredero de la Corona española, para ver el por fin terminado corto «Destino», que en su momento, fue una colaboración Disney-Dalí, supuestamente para una segunda parte de la película «Fantasía» que nunca llegó a terminarse en vida de ambos creadores); el cual, al contrario de lo habitual, no tenía carácter hereditario por las malas relaciones que el artista mantenía con su familia… quizás fue lo más apropiado, fue el primer y único Marqués de Dalí de Pubol, ¿pero acaso podía ser de otra manera?, quizás este acto fue, a parte de sus más que posibles malas relaciones familares, que fue la excusa oficial; un nuevo acto o declaración artística de individualidad, de ir contra corriente, por el hecho de aceptar un título cuyo objetivo es que se perpetue… pero sin embargo pedir que sea vitalicio y que, por tanto provocar que nadie más que él pudiese llegar a ostentarlo; parece, si se piensa, una clara declaración de que Dalí sólo ha habido uno, primero y único.

Pero la consolidación sólo puede llegar con los años, y estos no perdonan a la pareja de Salvador Dalí y Gala: ella manifiesta síntomas de senilidad, y él no es capaz de sobreponerse a ello. Con la muerte de su pareja, el artista pierde el interés por vivir y los intentos de suicidio (o se sospecha que lo fueron) se suceden.

Al final, una serie de artistas y mecenas se harán cargo de él hasta sus últimos años (de esa época viene el rumor de que les firmó obras en blanco que, supuestamente, posteriormente, se harían pasar por Dalís inéditos… aunque quizás esta fue también una última travesura del maestro, al fin y al cabo, él mismo dijo que: «si un tonto pinta algo, es una tontería; si Dalí pinta lo mismo, es un Dalí»).

A su muerte, dejó en su testamento al estado español como heredero único universal de todos sus bienes, derechos y creaciones artísticas; no obstante, la comunidad autónoma de Cataluña protestó, y al final, se repartió el legado del artista (en contra de los deseos de este).

En definitiva, hay muchas razones para admirar a Dalí, como persona (no sólo por su increíble obra… y no se puede decir lo mismo de todos los artistas), muchas de ellas ya las he ido comentando, pero me gustaría recapitular algunas de las más destacables y aportar otras nuevas: como su evidente gran sentido del humor (cosa que demuestra siempre inteligencia), capacidad para reírse de sí mismo y no tomarse nunca demasiado en serio; pero, por supuesto, por su gran creatividad, imaginación, visión de futuro; y, desde luego su capacidad para creer en sí mismo, ser consciente de quién era, dejarse llevar por lo que realmente cree y siente, o le parece que es más interesante o estético, incluso cuando no todos lo acepten o lo vean extravagante; por ser capaz de deslumbrar a todos con su mundo interior o salir adelante a pesar de tener una personalidad difícil o conflictiva; también por su entrega absoluta al arte y a su obra, por siempre ir más allá en esto o por conseguir exportar todo ello al gran público y no sólo a unos pocos; por ser capaz de hacer de sí mismo una obra de arte o saber manejar su imagen de forma increíble… concluyendo: por ser un genio a todos los niveles.

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2 respuestas a Salvador Dalí

  1. Anónimo dijo:

    Muy interesante,no cabe duda q era una personalidad unica y q supo explotarlo.Me gusta.

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